Durante años, el sector ganadero ha sido injustamente retratado como uno de los principales responsables de la deforestación en Colombia. Esta narrativa, repetida con fuerza en medios y redes sociales, ha contribuido a crear un estigma que pesa sobre los más de 600 mil ganaderos que trabajan con responsabilidad, respeto por la tierra y amor por el campo. Es hora de cambiar esa historia. Y una de las maneras más poderosas de hacerlo es sembrando árboles. Sí, ponerlo de moda. Que en el campo colombiano ser ganadero con árboles sea sinónimo de progreso, sostenibilidad y orgullo.
Sembrar árboles en nuestras fincas no es solo una acción ambiental. Es una estrategia inteligente. Los árboles mejoran el bienestar animal, protegen los suelos, capturan carbono, conservan el agua, permiten implementar sistemas silvopastoriles más productivos y resilientes y nos pueden proveer la madera que necesitamos para el mantenimiento de la finca. Pero además de todos estos beneficios técnicos y económicos, sembrar árboles representa una oportunidad invaluable para que el ganadero colombiano se sacuda ese estigma ambiental injusto, y empiece a escribir su propia versión de la historia.
Esta práctica es también una respuesta contundente a los opositores de la ganadería, que insisten en generalizar y atacar al sector sin reconocer las transformaciones que muchos estamos impulsando. Es una forma de demostrar, con hechos y no discursos, que la ganadería sí puede ser parte de la solución a los retos ambientales del país.
Vale la pena decirlo con claridad: si los ganaderos sembramos árboles, con responsabilidad y planificación, también deberíamos tener el derecho —al menos el derecho moral— de usar algunos pocos dentro de la misma finca. No tiene sentido que debamos comprar los árboles que otros sembraron, pagando sobrecostos y fletes, cuando esta madera podríamos producirla nosotros mismos con una visión sostenible. El uso racional de los árboles no es el problema; la tala sin reposición si lo es. Y esa es justamente la imagen que debemos cambiar.
Si sembramos hoy los árboles que necesitaremos dentro de 10 o 15 años, estaremos construyendo fincas verdaderamente sostenibles, autónomas y equilibradas. No se trata de volvernos madereros, sino de entender que el árbol en la finca es un recurso renovable, con valor incalculable.
Desde nuestras asociaciones gremiales, empresas y medios de comunicación del sector tenemos la oportunidad de liderar esta transformación. Mostrar con orgullo nuestras fincas arborizadas, compartir historias reales de ganaderos que siembran vida, y demostrarle al país que sí es posible hacer ganadería con conciencia ambiental.
Que sembrar árboles en nuestras fincas se convierta en símbolo de liderazgo y compromiso. Que sea el nuevo sello del buen ganadero colombiano. Porque sembrar árboles no solo transforma el paisaje; también transforma la narrativa. Y ya es hora de que la historia del campo la contemos nosotros.