Colombia nunca ha sido antisemita, ni antisionista, aunque haya por ahí ovejas negras que lo son. Las autoridades nunca han sido antisemitas. Empero, ahora el mandatario elegido en 2021, avanza en sentido contrario. La matanza terrorista de 1 400 civiles israelíes, perpetrada por la organización islamista Hamás, el 7 de octubre pasado, sacudió la conciencia moral del mundo entero y Colombia no fue la excepción.
El presidente Gustavo Petro, sin embargo, no denunció esa abominación ni calificó a Hamás como organización terrorista. Tampoco defendió el derecho de Israel a defenderse. Trató, por el contrario, de convertir a la víctima, el pueblo judío, en verdugo: dijo que Israel estaba asesinando a los niños palestinos y que el primer ministro Benjamín Netanyahu debía abandonar la lucha contra Hamás. Es decir, Petro quiere que Israel renuncie a su decisión, unitaria y masiva, de destruir completamente a Hamás para evitar nuevas atrocidades y pogroms. Y amenazó con romper relaciones diplomáticas con la única democracia de Medio Oriente.
Por más presidente que sea Petro no representa a Colombia cuando él se revuelca en el lodo del odio contra el pueblo judío y el Estado de Israel.
Las protestas ante esa orientación fueron en vano. La nueva gesticulación de ese lamentable personaje —que llegó a la presidencia de la República en las condiciones más obscuras y cuestionadas y que acaba de perder de manera espectacular las elecciones regionales del 29 de octubre de 2023, como fruto del rechazo ciudadano que reina en el país contra todos los aspectos de su programa de gobierno— debe ser rechazada.
“La República de Colombia va a coadyuvar la denuncia de la República de Argelia interpuesta ante la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra contra el señor Benjamín Netanyahu ante la masacre de niños y civiles del pueblo palestino que ha producido” anunció Petro el 9 de noviembre. Y agregó: “El canciller de Colombia se reunirá mañana con el fiscal de la Corte Penal Internacional”.
Esto equivale a poner abusivamente a Colombia al servicio de los intereses de la dictadura argelina y a pedirnos que olvidemos lo que ocurrió el 7 de octubre. Esto quiere decir que Petro, sin discutir con nadie, sin exponerle al país los riesgos que conlleva su nueva pataleta contra Israel, desliza, sin que nadie se inquiete —ni los medios, ni la clase política, ni los analistas políticos—, hacia una actitud idéntica a la argelina respecto de Israel.
¿Y en qué consiste la actitud de Argelia? Argelia niega la entrada a su territorio a toda persona que tenga pasaporte israelí y a toda persona que tenga un pasaporte donde aparece un visado israelí. Argelia no reconoce al Estado de Israel y nunca ha querido establecer relaciones diplomáticas con Israel. En cambio, 164 de los 192 otros Estados miembros de la ONU sí reconocen a Israel. Argelia participa en el boicot a Israel de la Liga Árabe. ¿Hacia eso avanza el gobierno colombiano? ¿A una Colombia sin judíos y sin que ningún judío pueda entrar al territorio?
Petro justifica su nuevo desvarío con elementos de la propaganda de Hamás. Esta dice que Israel bombardea “sistemáticamente” y sin razón la población palestina. Hamás es la que reprime y dispara contra la gente de la franja de Gaza, como lo hizo en días pasados cuando centenas de personas trataban de huir hacia el sur para escapar a los estragos de la guerra. Hamás utiliza a los palestinos como escudos humanos: disimula sus cuarteles y dispara sus obuses y cohetes contra Israel desde puntos donde más acude la población árabe: hospitales, escuelas, mezquitas, habitaciones, a sabiendas de que la artillería israelí replicará contra esos puntos militares. La muerte de civiles refuerza la propaganda de Hamás. Pero las cifras de Hamás son consideradas como poco creíbles. Mientras tanto, los jefes de Hamás viven a cuerpo de rey en Qatar.
Las masacres siempre han estado precedidas de palabras. Las de Petro podrían abrir una fase de incidentes antisemitas en Colombia como está ocurriendo en Francia (1 159 incidentes antisemitas desde el 7 de octubre pasado). Cuando el presidente Petro exige que Israel haga un cese al fuego, tuerce la realidad. El debería pedirle a Hamás, el agresor, el que desató esa guerra, que haga ese cese y libere a los 240 civiles israelíes y de otras nacionalidades que mantiene secuestrados desde el 7 de octubre.
Petro se lanza en esa aventura antioccidental sin calcular que todo eso le costará muy caro a Colombia (¿o es por eso precisamente que quiere avanzar por esa senda?). El escenario actual no es habitual: el mundo está frente a un conflicto que podría degenerar en la tercera guerra mundial.
Mientras en Francia masivas manifestaciones contra el antisemitismo el domingo 12 de noviembre, en París y otras ciudades, convocadas por los presidentes del Senado y de la Asamblea Nacional, Gustavo Petro, en Colombia, amenaza al primer ministro de Israel con una “denuncia” por “crímenes de guerra” ante la Corte penal Internacional. ¡Qué vergüenza!