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columna

Guardar los recibos

por: Miguel Gómez Martínez- 31 de Diciembre 1969

Las economías están financiando sus políticas de apoyo con deuda. Pero el pago de estas obligaciones será una cuesta muy empinada.

La pandemia ha sido un reto enorme para todos los que nos gusta la economía. La vertiginosa contracción de la economía no tiene precedente en la historia económica. Además, se produjo de manera simultánea en todos los países del mundo. Nadie estaba preparado una circunstancia similar. Pero la evidencia confirmaba que el choque de la demanda era tan brutal que era necesario medidas de choque que intentaran paliar el desempleo cuyo nivel se disparó de forma casi inmediata.

Llevamos seis meses en este entorno especial. Todos los gobiernos han buscado mecanismos para reducir los impactos sociales. Se han otorgado subsidios, ingresos mínimos, descuentos tributarios, restructuraciones de deudas, alivios para el pago de servicios públicos y suspensión de cláusulas contractuales para evitar que la situación se deteriore aún más.

Todas estas decisiones tienen un punto común y es su costo fiscal. Hay que guardar los recibos porque estas medidas no son gratuitas como muchos parecen creerlo. Se puede postergar el pago, pero habrá que hacerlo más temprano que tarde. ¿De dónde vendrán los recursos? Su origen será mayores impuestos y contribuciones sociales. La segunda pregunta es definir cómo se repartirá esa carga adicional de tributos. Todo el mundo evita esta cuestión porque no parece ser el momento de atizar el debate sobre las inevitables medidas que será necesario tomar en un futuro cercano. Haber gastado mucho para mitigar el efecto de la pandemia puede ser la causa que termine prolongando la crisis pues el esfuerzo fiscal que será necesario hacer en los años venideros afectará, negativamente el potencial de crecimiento.

Es difícil hablar de austeridad cuando todavía se observan las graves consecuencias del derrumbe económico. No se trata de gastar por gastar pues los recibos seguirán acumulándose. Algunos consideran que no debería haber límites en los volúmenes del impulso fiscal. Recuerdan que, aún el monetarista Milton Friedman, había esbozado en 1969 la imagen del “helicóptero de billetes”. La tesis del Premio Nobel era que la emisión agresiva de dinero no tendría ningún efecto inflacionario en un contexto de depresión y que repartir billetes desde un helicóptero traería un mayor consumo que reactivaría la economía. Cuando se observan los niveles de la tasa de interés negativos en muchos países del mundo sabemos que no estamos lejos de que el helicóptero alce vuelo.

Pero la reactivación definitiva dependerá en parte de la inteligencia con la cual se administren los programas de apoyo. Nada es más perdurable que un subsidio temporal. Se requiere coraje político para eliminarlo y los gobiernos son ahora muy sensibles a las protestas. Pero la factura fiscal no puede seguir subiendo sin amenazar la recuperación con la posibilidad de transformar la grave crisis actual en una depresión que pueda durar una década.

En este contexto tan complejo ninguna decisión es sencilla. Las economías están financiando sus políticas de apoyo con deuda. Pero el pago de estas obligaciones será una cuesta empinada.

Coletilla: alguien perspicaz me dijo: “aprovechemos esta pandemia que de pronto es la única que vamos a vivir”. Me puso a pensar…

Miguel Gómez Martínez

Presidente de Fasecolda

migomahu@hotmail.com

Portafolio, septiembre 29 de 2020