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columna

Eufemismos de la corrupción

por: Fernando Londoño- 31 de Diciembre 1969

Como hoy amanecimos en plan de diccionario, recordaremos que de acuerdo al de la Real Academia eufemismo es la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.

Como hoy amanecimos en plan de diccionario, recordaremos que de acuerdo al de la Real Academia eufemismo es la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. Pues todo viene al reportaje que Iván Moreno Rojas le concedió a la periodista Vicky Dávila el condenado exsenador y exalcalde de Bucaramanga.

Empecemos por decir que llegó a conmovernos la declaración de fe en Dios del declarante, que respetamos y aplaudimos. Moreno encontró a Dios en el dolor del encarcelamiento y la condena. Lo que no solo es plausible, sino francamente aleccionador. Los caminos de Dios son tan insondables como sus designios, y es hermoso que penas tan hondas vengan de la mano del consuelo divino, que es el mayor de todos los consuelos.

Pero vamos al grano. Moreno niega en todos los tonos su culpabilidad en el carrusel de la contratación en Bogotá, como se le llama al robo inmenso que padeció la ciudad por arte de contratistas muy cercanos al poder de los hermanos acusados. El exsenador alega su inocencia y la transparencia de sus actos en todos los cargos públicos en que actuó.

Pero lo más interesante del reportaje llega al final, cuando Iván Moreno se queja de que lo hecho con su hermano Samuel en Bogotá haya sido tratado por los jueces como concusión, asociación para delinquir, tráfico de influencias y otras linduras. Porque no fue más que lo que ha hecho  Juanpa en todo el país, con el nombre de mermelada que cubre la tostada y que sus amigos han repetido en los departamentos y regiones, llamando la figura acuerdos de gobernabilidad.

El tema es del mayor interés. Porque Moreno, harto informado de lo que pasa por las toldas oficialistas, pregona que lo suyo no fue mejor ni peor que lo que se ha hecho con esas corruptelas maquilladas con recursos eufemísticos. La mermelada es dulce y los acuerdos de gobernabilidad suenan a operaciones políticas traslúcidas, brillantes, espléndidas. Pero en el fondo, es la tesis del entrevistado, es tan corrupción como la que se censura como carrusel de la contratación. Por donde su condena es injusta. Porque si la justicia supone el trato igual a los que son iguales, o a los Moreno nunca se los debió perseguir, o a Juanpa y a los suyos se los debe poner en celdas vecinas. Nada menos.

Carrusel llaman en España al tiovivo, el hermoso juguete conque los niños sueñan unos minutos con ser jinetes de briosos corceles o temibles dragones. O también encontramos, de vuelta a la Academia, que es el espectáculo en que varios jinetes ejecutan vistosas evoluciones.

Pues es lo que ha pasado en la contratación pública. Juanpa ha repartido billones entre sus amigos contratistas, pues que no se conoce alguno que ejecute una obra sin ser santista. Y esas evoluciones han sido vistosas y felices como la carita de los niños en el tiovivo. Y absolutamente inocentes. Tanto que nadie pregunta por la manera como esos billones se contratan y ejecutan. No lo pregunta el contralor, que para eso se eligió uno que nunca aprendió las tablas de multiplicar. Y no lo pregunta el fiscal, que también anduvo feliz en su carrusel, contratando con la Presidencia y con Saludcoop.

Iván Moreno tiene razón. Lo suyo es injusto. Porque unos cuantos debieran compartir su patio de recreo. Giraron lo mismo, en sus tiovivos o carruseles de infantil dulzura.