Lo que no se advierte es el costo político que el país paga por esa largueza de los terroristas. Noticia mundial, exposición de las Farc en todos los medios internacionales y la idea de que la guerrilla hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere: porque si le da la gana secuestrar un departamento entero, como el Chocó, lo hace durante semanas; si le parece paralizar otro, Arauca, lo paraliza, creando un caos que repercute directamente en la producción y transporte de petróleo; le provoca atacar en Miraflores y mata un niño, un policía y hiere decenas de habitantes; si le da la gana, ataca al Ejército en Caquetá y mata seis soldados y un suboficial dejando heridos a otros 5 militares; si quiere golpear por el norte, mata dos soldados en Tarazá y ataca en Dabeiba con un resultado demoledor entre soldados y civiles muertos; vuelve al sur y vuela en pedazos una estación de policía en Puerto Asís, Putumayo; y cierra faena con la muerte de un capitán, un sub oficial y un soldado casi en las calles de Bogotá, dentro del Distrito Capital y camino del Sumapaz.
Esta macabra lista de atentados, que siempre rematan con la muerte de varios de nuestros hombres, revelan que nos está yendo muy mal en la guerra, y que se conversa en Cuba en un tono suplicante para que los dueños del país no causen tanto daño a las tropas y a la gente.
Este panorama no basta a ocultar otros hechos siniestros. Más de un colombiano vuela en pedazos pisando una mina anti persona cada día. (Lea: Gobierno debe exigir a las Farc su palabra de no volver a secuestrar: Fedegán)
Y mientras tanto, las guerrillas y sus socias las Bacrim, se enriquecen fabulosamente con la producción y tráfico de cocaína, con la explotación
ilícita de oro y cobrando peaje en el contrabando de combustible que viene de Venezuela.
Nos enfrentamos a grupos desalmados que se han salido de cauce, fabulosamente ricos, enfrentados por un Ejército confuso que no sabe lo que debe hacer. Porque si toma iniciativa, los fiscales y los jueces se encargan de que la paguen sus hombres en la cárcel. Y si se queda a la defensiva, le pasa lo que le está pasando desde hace dos años largos. (Lea: Al oído de las Farc)
No tenemos idea de lo que se está negociando en La Habana. De la Calle, dice ante los gremios que lee en los ojos de Iván Márquez y sus compinches voluntad de paz, mientras el bandido Andrés París sostiene que todo marcha de maravilla, desde luego que para ellos.
Acabamos de enterarnos, por Sergio Jaramillo, que se ha cumplido un año desde el inicio de contactos y conversaciones con la guerrilla en Cuba. Con lo que sin ningún pudor revela que este es un Gobierno embustero. Porque entre febrero de 2.012 y los comienzos públicos de la negociación pasaron más de ocho meses durante los que Santos aseguraba que no había contacto alguno con los jefes de la guerrilla, ni en Cuba ni en otra parte. (Lea: Las Farc predican desde la prensa española)
Lo que ha pasado es lamentable. Y lo que viene se ve peor. En medio de estas derrotas sucesivas, de este caos mental absoluto de los que nos gobiernan y los que nos negocian, y enfrentados al conglomerado económico más fuerte del país, el panorama es desolador.
Pero el país no reacciona. Los dirigentes gremiales se reúnen con De La Calle y no tienen el valor civil de decirle lo que les está pasando y lo que les va a pasar en adelante.
La inversión extranjera se debilita, la locomotora minera se estanca y quedamos en manos de una industria con resultados deplorables, un campo arruinado, una construcción en caída libre, unas exportaciones en franco declive y un empleo decadente. Apenas queda la creatividad del hombre del DANE, para cuadrar cifras y maquillar la realidad. (Lea: Farc: policías capturados en Colombia son "prisioneros de guerra")
Es ante tal paisaje de desventuras que solo nos queda repetir: esta es la paz, señores.