Pero lo que, realmente, me interesa en este artículo es exponer una especie de bucle histórico que pareciera reproducirse en nuestros días y con nuestros jóvenes.
Les voy a recordar ese “Mayo del 68” cuando todo ese movimiento estudiantil, instigado y excitado por ese abuelo fáustico que era Sartre y que parecía pedir perdón por haber sido padre, o por Althusser, o Marcuse, y que no eran más que “nenes de papá” de la Sorbona, se envalentonaban por las calles de París con consignas antisistema como “la humanidad volverá a ser feliz el día que el último burócrata haya sido colgado con las tripas del último capitalista”.
Era todo un grotesco “happening” de maoístas, hippies ricos, che-guevaristas y anarquistas que nace en una década de prosperidad económica sin precedentes.
Y no hay que ser muy perspicaz para que en nuestros días seamos capaces de identificar a una generación de jóvenes que viven en una mayor abundancia que aquella, que se han quedado sin más horizonte que la pantalla de sus iPhones y sin más oídos que para sus RR.SS de “influencers”, “youtubers” e “instagramers”.
Una generación de idiotas que hemos engendrado otra generación de “papás buldozer” que les hemos aplanado el terreno del hedonismo y el mínimo esfuerzo. Y lo que hemos creado son monstruitos caprichosos que se aburren en su pedestal de abundancia y quieren jugar a la revolución de “matar a papá” y al sistema con un smartphone, un gramo de coca y la letra superflua de un reggaetón.
He visto circular un video en las Redes en el que la modelo Toya Montoya asegura que con “la desmovilización de las FARC se ha disparado la deforestación en Colombia. Los grupos ilegales que ocuparon el vacío de poder promueven la tala ilegal y la ganadería”.
Observen el impúdico y desvergonzado cinismo con el que habla de “grupos ilegales” y con “el vacío de poder”. ¿Se atreverían, Uds., a conceder la autoría de estas palabras a la mente brillante y privilegiada de la modelo o a una propaganda diseñada por la peligrosa invasión de las estrategias de las FARC en el tejido cultural y emocional de esos “nenes de papá” que ahora quieren volver a jugar a la revolución y a los movimientos antisistema?
Es evidente que nos encontramos ante un paradójico, sonrojante y preocupante socialismo “cool”, socialismo “chévere” de una nueva generación infantilizada y vampirizada por los hábiles ideólogos de la izquierda radical. (Que quien quiera repase las palabras de Gramsci que recordaba en mi anterior artículo)
La FECODE, que pertenece a la organización marxista IEAL (Internacional de la Educación de América Latina) ya fue, presuntamente, relacionada con el reclutamiento de menores para las FARC y ahora despliegan sus estrategias de injerencia, no en el campo rural, sino en los estratos universitarios y de la sociedad civil de la clase media, media alta y “nenes de papá”. Modelos, actores, “influencers” de redes están cayendo en la telaraña de captación de ese nuevo socialismo “cool” que empieza a corroer a un ejército de nuevos acólitos desencantados con las “ignominias del capitalismo”.
El medioambientalismo de Greta Thunberg, el animalismo, el feminismo radical, el #Me Too, los Black lives matter, LGTBi y todos los movimientos identitarios que se extienden y generalizan como victimistas y abanderados de las injusticias de nuestras democracias liberales van generando una falsa conciencia y un perverso atractivo en la vulnerable mentalidad de nuestros jóvenes, que hemos educado en el hastío de la abundancia y la consecuente debilidad de carácter.
Hablamos de la siniestra maldad de la izquierda radical y adolecemos de una profunda y, quizás, tardía indolencia y pereza para inculcar un montón de valores de esfuerzo, lealtad y coherencia que los abuelos se llevaron a la tumba y que nuestra alcahuetería con “nuestros adorables niños” les han situado en el peligroso paradigma de una pusilánime generación de socialistas imbéciles.
Y si por algo soy felizmente impugnado es por otra enorme cantidad de jóvenes que siguen luchando por sus principios y por un innegociable legado de justicia y libertad. Harán menos ruido pero sabrán defender los valores que deben recibir nuestros nietos y alentarlos a dar la batalla cultural y moral, en las redes, en las aulas, en los medios y en la calle, si fuese necesario, para preservar nuestra democracia de las amenazas turbias de esos nuevos millennials “farco-comunistas”.
Luis León
(…desde algún rincón de Madrid)