logoHeader

columna

“El síndrome de la rana hervida”

por: Luis León- 31 de Diciembre 1969

Los peligros y los deterioros caminan sigilosamente en la oscuridad, no avisan, sonríen en las pancartas y en las azucaradas propagandas de la izquierda.

En 1.987, Marty Rubin, escribió el “Síndrome de la rana hervida” y hoy voy a contarles la historia para que, juntos, nos hagamos alguna reflexión:

“Una rana nadaba plácidamente en una olla llena de agua.

La olla se empieza a calentar a fuego lento.

Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana esto le parece agradable y sigue nadando.

La temperatura empieza a subir.

Ahora el agua está caliente.

Un poco más de lo que suele gustarle a la rana. Pero no se inquieta, y, además, el calor empieza a producirle algo de fatiga y somnolencia.

Ahora el agua está caliente de verdad.

A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar y no hace nada más.

Si la hubiéramos sumergido, de golpe, en agua hirviendo se habría salvado de un solo salto enérgico.”

La reflexión que ya se habrán hecho los agudos lectores de “CONtextoganadero” es que en nuestras vidas diarias muchos problemas y deterioros van surgiendo de forma muy sutil y progresiva, de forma inadvertida y lenta, y corremos el riesgo de quedarnos sin capacidad de reacción, de oposición o rebeldía.

También, San Agustín, lo advertía con otras palabras:

“A fuerza de verlo todo, se termina por soportarlo todo.

A fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo todo.

A fuerza de tolerarlo todo, terminas por aceptarlo todo.

A fuerza de aceptarlo todo, finalmente, lo aprobamos todo.”

Esta bonita alegoría de Marty Rubin y las sabias palabras de San Agustín quizás no sean suficientes para que los corrientes mortales mantengamos ese estado de alerta y de aguda percepción que sí tienen los animales en sus entornos naturales.

Salvo “nuestra rana” (metáfora del ciudadano corriente) a la que confinamos en la olla (metáfora de la sociedad) y la engañamos a fuego lento (metáfora de la “corrección política” y la educación) que nos adormece en el agua tibia del sofá de casa, de la seguridad de un empleo, de unas vacaciones pagadas, del hedonismo anestesiante de la tarjeta de crédito y el Centro Comercial.

No hay que extenderse en ejemplos para entender que todos, absolutamente todos, sufrimos del “síndrome de la rana hervida”, del socio-dependiente que casi ha vendido su libertad y su alma a cambio de la seguridad institucional que nos proporcionan los estados y las comunidades modernas.

Fausto vendió su alma a Mefistófeles para ser feliz y nosotros hemos hipotecado gran parte de nuestra libertad al orden social para que nos proteja a cambio de pensar poco y protestar menos.

¿Nos están hirviendo a fuego lento? - ¿Estás tan cocido que ya no puedes saltar?

La pregunta puede parecer frívola, incluso puede parecer que incita a la desobediencia gratuita o la insurrección caprichosa, pero, probablemente, no es más que un ruego y una súplica fraternal para que no negocies tu dignidad personal y tu espíritu combativo con los falsos mesías de la comodidad y el estancamiento.

¿Sabes que existen ideologías, con sus falsos profetas, que quieren que nades en fraudulentos Estados, de aguas más turbias que tibias, que quieren robarte tus más nobles aspiraciones de progreso y libertad, …y que cuando quieres darte cuenta de que la temperatura es insoportable ya no puedes saltar de la olla?

Colombia, todavía, es afortunadamente, una rana con ganas de saltar muy lejos y espero que las aguas tibias de los Petros y las Claudias no nos entrampen en su cocido.

Los peligros y los deterioros caminan sigilosamente en la oscuridad, no avisan, sonríen en las pancartas y en las azucaradas propagandas de la izquierda.

Y a quien les resulten excesivas mis advertencias que relea la fábula de Esopo del escorpión y la rana: “Un escorpión le pide a una rana que lo ayude a cruzar el río, prometiendo no hacerle ningún daño, puesto que si lo hacía, ambos morirían ahogados. La rana accede, subiéndolo a sus espaldas, pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica a la rana. Esta le pregunta incrédula: «¿Cómo has podido hacer algo así? Ahora moriremos los dos», ante lo que el escorpión responde: «No he tenido elección; es mi naturaleza»".

Luis León.

(…desde algún rincón de Madrid)