La agotadora propaganda oficial, tan tramposa como la pregunta del plebiscito, en su estrategia de explotar los sentimientos de los colombianos, muestra la opción del NO como un “salto al vacío”, con consignas “pambelianas”, como que “La paz es mejor que la guerra”, cuando no con amenazas de debacle urbana, de 50 años más de violencia, como si se pudiera acabar mañana, y también de haber logrado “el mejor acuerdo posible”, es decir, la última oportunidad. Después de eso… el vacío. Yo tengo una impresión diferente. Creo que el voto por el SÍ es un salto al vacío de las innúmeras, inmerecidas e innecesarias concesiones otorgadas a las Farc, si es cierto que se sentaron a la mesa con poca capacidad de negociación por la presión de nuestra Fuerza Pública, así sigan vociferando –cañando– que no llegaron vencidos y, de hecho, hayan intentado demostrarlo con acciones terroristas en los momentos de crisis –el terrorismo es barato– para presionar al Gobierno. Al final, el Gobierno les “cogió la caña” y se dejó presionar, mas no tanto por la extorsión armada durante las negociaciones, que la hubo, sino por sus propios afanes por pasar a la historia. Yo canté mi voto responsable por el NO en esta columna hace unas semanas, antes de que se conociera del Acuerdo Final y apenas con el conocimiento de los parciales, porque “desde el desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo”. A pesar de ello, mi preocupación por el país y por el campo principalmente, además de un compromiso editorial, me llevó a leer y releer el impresionante Acuerdo Final. Sí. Es impresionante su extensión, complejidad, grado de elaboración y, aunque parezca baladí, hasta su obsesión, casi cantinflesca, muy bolivariana, por el desdoblamiento de género, que, imagino, hará sonreír a los –y las– angloparlantes (La RAE lo considera artificioso e innecesario), que tienen que conformarse con un solo artículo –the– para todo. Me impresiona su nombre tramposo, que hoy está detrás de la inconformidad por la prepotente desobediencia al mandato de la Corte. Pero me impresionó más lo que hay detrás de la forma. Me impresionó el listado de órdenes al Gobierno, que deberá empezar a cumplir cuando se firme el acuerdo, convertidas en mandato constitucional. Me impresiona la cantidad de planes, programas, comisiones y organismos que, además, tendrán que llenarse de personas (burocracia). De solo pensar en lo que vive el país con el chantaje de las consultas previas, me impresiona la nueva institucionalidad comunitaria, omnipresente y empoderada, sobre todo en el manejo de lo rural. Me impresiona la falta de realismo de una reforma rural, dizque integral, pero centrada exclusivamente en la economía campesina, familiar y comunitaria. Me impresiona la minucia reglamentaria, pero más las parrafadas de considerandos y declaraciones de principios, que lucen inocentes, pero esconden una noción nueva y diferente de democracia. Dictado para su aprobación en el Congreso, me impresiona el “Proyecto de Ley de amnistía, indulto y tratamientos penales especiales”, pues pese a la satisfacción de la fiscal Betsouda por la exclusión de amnistías e indultos para delitos de lesa humanidad, habrá indulto efectivo para los ya condenados y las irrisorias penas serán también una amnistía efectiva. Me impresiona la plata. Con una economía en declive, corrupción en ascenso y un Gobierno vacilante frente a la reforma tributaria, cómo va a cumplir lo acordado si damos el salto al vacío del SÍ en el plebiscito. Me impresiona que Colombia no se impresione, o lo haga cuando, finalmente, alcance a entender el Acuerdo…, después del plebiscito. @jflafaurie