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columna

El robo del predial

por: Miguel Gómez Martínez- 31 de Diciembre 1969

Hay que reconocerle a este gobierno distrital que está haciendo un esfuerzo por bajar el avalúo de las propiedades para reparar la pérdida de valor y empobrecimiento de los patrimonios de los bogotanos.

El ciudadano debe pagar impuestos. Además es justo que paguen más los que más tienen. Pero también es necesario que el contribuyente sienta que recibe en contraprestación una serie de servicios representados en los impuestos que él cancela.   Esta semana, han llegado los recibos de los impuestos prediales. El diario El Tiempo publicó los aumentos de las tarifas de los mismos por localidades. En promedio, aumentó en 8,8 por ciento, con un reajuste máximo del 16,06 por ciento y un mínimo del 7,14. Tres localidades (Usaquén, Suba y Chapinero) representan el 50 por ciento del pago del predial a nivel distrital.   Al ciudadano le golpea el bolsillo porque los precios controlados por el Estado (servicios públicos, gasolina, peajes, impuestos, contribuciones, etc.) aumentan por encima del promedio de los costos de alimentación, educación, ropa o entretenimiento. Como los costos del Estado no se pueden evitar, al ciudadano le toca sacrificar su nivel de vida para sostener la burocracia. Aumentar en promedio los impuestos el doble de lo que sube la inflación (4,1 por ciento en el 2017) es ya un abuso. Hacerlo todos los años como es costumbre en Bogotá, es inaceptable.   Entre el Concejo y la Administración existe ese acuerdo tácito, que se extiende por el país, de incrementar los tributos para tener más obras, más contratistas, más burocracia y, claro, más corrupción. Somos los colombianos los que, con nuestros impuestos, financiamos las campañas de los políticos que se quejan en público de los gravámenes, pero cuando reciben la credencial se transforman en grandes partidarios de aumentarlos.   El tema de fondo es la calidad de vida que el Estado provee al ciudadano. En Bogotá, vamos en retroceso desde hace 15 años, así los indicadores muestren que la capital es donde hay menos pobreza y atraso en el país. Yo nací en Bogotá y he vivido la mayor parte de mi vida en esta ciudad, que conozco bien y quiero mucho. Llevo años viéndola retroceder, sin inversión pública significativa, sin metro, más contaminada, paralizada, sucia y sin posibilidades de mejorar en el corto y mediano plazo.   ¿Dónde está la plata que pago cada año por prediales, patrimonio, movilidad, industria y comercio, y por unos servicios públicos costosísimos? ¿Cuál ha sido la obra importante que se ha hecho en Usaquén, Chapinero o Suba, que pagan el 50 por ciento del predial de la ciudad? No me contesten que el ‘deprimido’ de la 94, porque me deprimo más...   Bogotá pierde todos los días competitividad, y por ello la abandonan las empresas que se mueven a lugares más atractivos. Basta darse una vuelta por la antigua zona industrial de Las Américas para ver una zona en total decadencia. Pero también está sucediendo con sus ciudadanos. Las urbes intermedias como Pereira, Armenia, Bucaramanga o Ibagué empiezan a llenarse de bogotanos aburridos por la mala calidad de vida y los altos impuestos.   Hay que reconocerle a este gobierno distrital que está haciendo un esfuerzo por bajar el avalúo de las propiedades para reparar la pérdida de valor y empobrecimiento de los patrimonios de los bogotanos. Miles tienen la esperanza de que un día Petro les expropie sus viviendas y se las pague al precio del avalúo público.   Publicado en Portafolio Febrero 20 de 2018