Por Silverio José Herrera Caraballo, abogado
En un momento crítico para la seguridad de Colombia la propuesta del presidente Gustavo Petro, de reemplazar el servicio militar obligatorio por un servicio social, plantea serias preocupaciones. La idea de orientar a los jóvenes hacia labores sociales, en lugar de entrenarlos para la defensa del país, podría sonar noble en teoría, pero en la práctica, podría ser desastrosa para la seguridad nacional.
Colombia sigue enfrentando una arremetida constante de grupos terroristas, narcotraficantes y otras organizaciones criminales que amenazan la estabilidad del país. En este contexto, disminuir la capacidad de incorporación de soldados no solo sería un error estratégico, sino un debilitamiento directo de las fuerzas armadas en un momento en que se necesita una defensa robusta y preparada.
El servicio militar obligatorio ha sido, durante décadas, un pilar fundamental en la defensa del territorio nacional. A través de este sistema, miles de jóvenes han recibido formación no solo en combate, sino también en disciplina, respeto y compromiso con la patria. Reemplazar esta formación con un servicio social, aunque valioso en otros contextos, no equipará a los jóvenes con las herramientas necesarias para enfrentar las amenazas que persisten en nuestras fronteras y en las regiones más vulnerables del país. La capacidad de respuesta rápida y efectiva de las fuerzas armadas depende, en gran medida, de un flujo constante de nuevos soldados bien entrenados. Reducir esta capacidad en medio de la violencia que los grupos terroristas ejercen en varias regiones sería darle una ventaja estratégica a quienes buscan desestabilizar la nación.
Es esencial que el gobierno reflexione sobre las implicaciones de esta propuesta. La paz y la seguridad de Colombia no pueden quedar a merced de una buena intención que, en la práctica, podría abrir las puertas a un incremento de la violencia y la criminalidad. Si bien es necesario avanzar hacia un país más pacífico y justo, esto no puede lograrse debilitando los mecanismos de defensa que han protegido a Colombia durante tantos años.
Cualquier modificación al servicio militar debe considerar, ante todo, la seguridad nacional. No podemos permitir que una idea bienintencionada se convierta en una grieta en la defensa del país, especialmente en un momento en que las amenazas internas y externas siguen latentes. ¿Es acaso su siguiente paso para dejar a Colombia a merced del terrorismo? Amanera y veremos.