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columna

El Protocolo

por: José Félix Lafaurie Rivera- 31 de Diciembre 1969

Algo grave pasó en Colombia cuando Santos decidió que el país no enfrentaba una amenaza narcoterrorista sino un “conflicto interno”, es decir, un legítimo levantamiento en armas contra un Gobierno también legítimo. Por eso no se negociaron solamente las condiciones de entrega y reinserción con justicia “transicional”, sino que esos “rebeldes legitimados” recibieron tratamiento de alta parte negociadora para modificar las instituciones y el Estado de Derecho en todo aquello que, según ellos, justificaba y legitimaba su “insurgencia”.

De igual a igual, de tú a tú; así enfrentaron las Farc al Estado colombiano, sin abandonar la violencia como arma extorsiva de negociación, ni sus actividades mafiosas como fuente de financiación. Y así, de igual a igual, de tú a tú, pretendía el ELN manipular al gobierno Duque, como lo hizo con el de Santos, para conseguir vaya uno a saber qué absurdas concesiones, pues nunca he podido entender qué se podría negociar con los elenos, más allá de los excesos otorgados a las Farc a cambio de un Nobel.   Cuando ello sucede, cuando el Estado entrega su soberanía y legitima la violencia terrorista, un miserable atentado dinamitero se convierte en válida defensa a la “ofensiva de las fuerzas armadas”; cuando el presidente Duque les exige el cese del secuestro, la extorsión, el asesinato y todas sus actividades ilícitas, el señor Beltrán tiene la cachaza de afirmar que “el Gobierno condiciona los diálogos a que el ELN cese sus “acciones militares”.   ¡Ah!. ¿Entonces el asesinato de 20 jóvenes fue una “acción militar”? ¿Entonces el ELN es otra alta parte negociadora, que firma protocolos secretos obligando en todo a su contraparte –otro gobierno–, y en nada a esos rebeldes con causa legitimada? Entonces, ¿en virtud del protocolo, tenemos que llorar a 20 colombianos, mientras nos vendamos los ojos y les contamos hasta diez a sus asesinos, como en una especie de macabro juego infantil, para que se le escondan a la justicia y sigan ejecutando “acciones militares?   Siento dolor de patria al escuchar a quienes defienden el cumplimiento a rajatabla del protocolo, por una malentendida dignidad nacional y el honor a la palabra empeñada; son los mismos que desconocieron la voluntad popular del gran protocolo del plebiscito; que no era siquiera un asunto de honor, sino un mandato del pueblo a sus gobernantes.   Mientras el país recibe el respaldo de la ONU, la OEA, el BID, de muchos gobiernos, y sobre todo, mientras el pueblo en las calles condena el terrorismo, reclama justicia y apoya a su gobernante, los partidos de la extinta Unidad, y claro, el excomisionado Pearl, esgrimen el peregrino argumento de que, de no respetarse el protocolo, en un futuro será difícil que un grupo armado confíe en el Gobierno en una eventual mesa de negociación.   ¿Cuál futuro?; ¿acaso vamos a convertir la negociación con bandidos en una puerta siempre abierta? ¿Dónde quedan nuestras instituciones permanentes, la justicia, el Estado de Derecho? Ya se negoció con las Farc; ya el ELN perdió la oportunidad de adherirse a esa negociación y hasta de tener la suya propia. ¿Con quién más negociar y qué negociar?, ¿acaso con las disidencias y las mafias?, ¿acaso con el que más dispare y explote?   Hoy se impone rodear al presidente, que no se puede obligar a un protocolo que ni firmó ni conocía, hoy manchado con la sangre de cinco policías de Barranquilla, 20 cadetes en Bogotá y de muchos colombianos. No más asesinos “legitimados”. La línea que Duque le trazó al ELN no podía ser más clara, y el ELN, igualado y arrogante, no quiso cruzarla.

@jflafaurie.