Los colombianos ya no saben si el presidente Gustavo Petro anda en sus cabales o si vive afectado por la Cabal, porque las declaraciones de la candidata María Fernanda, le evidencian cada rato sus incoherencias y señalan sus galimatías distractores, que nadie entiende, pero que las barras bravas del gobierno se aprestan raudas a remendar desde sus bodegas para sacarle las castañas del fuego.
Otras veces los remiendos corren por cuenta del propio Petro, cuando se da cuenta que ha metido la pata, quién sabe si por tomarse de vez en cuando sus famosos tintos o pericos, que no se sabe si son vinos u otras sustancias de esas que comparten Armando Benedetti o Holman Morris, en escenarios previos a la violencia intrafamiliar, porque hay momentos en que realmente no se sabe bajo qué efectos se encuentra el presidente, aunque ya es normal que lo mismo dice una cosa como la otra, al estilo de la Chimultrufia, aquel personaje de “El Chavo” que ha divertido generaciones con su ambivalencia anticipada.
Y no se sabe si está embriagado de poder o si se encuentra en estado de ansiedad por mantenerse en él. En todo caso necesita interprete para que no le pase lo que le ocurrió con la Secretaria de Seguridad norteamericana Kristi Noem, a la que le dijo que no le dijo que El Tren de Aragua solo eran jóvenes que necesitan amor y comprensión porque son venezolanos excluidos que vinieron a este país a ser más excluidos que los colombianos excluidos y por lo tanto reaccionaron con violencia. Ella dice además que le dijo que eran sus amigos. Pero luego el presidente Petro intentó aclarar y dijo que era mentira lo que ella afirmaba y que se trataba de una retaliación por haber comprado aviones de guerra a Suecia y no a Estados Unidos.
Que lo que le dijo fue que lo de El Tren de Aragua se puede solucionar fácil si se les trata con amor, y esa sentencia la hizo extensiva a los consumidores de sustancias en Norteamérica. “Amor, afecto, es lo que puede salvar a la juventud de los Estados Unidos”, dijo para ilustrar que no dijo lo que dijo.
El asunto es que diga lo que diga da lo mismo porque se sabe que tiene una curiosa distorsión sobre la forma de combatir el crimen, la cual al final termina por fomentarlo. Pagar un millón de pesos a los atracadores para que dejen de robar es lo mismo que intentar hacer la paz con el Clan del Golfo, el ELN, o las disidencias de las FARC, a sabiendas de que su negocio es la comercialización de la coca. Los atracadores recibirán el millón y les servirá para sofisticar sus métodos, pero no para cambiarles su forma de vida. Cosa que se parece a lo que hizo en su alcaldía con la famosa idea de proporcionarles la marihuana a los marihuaneros para que dejaran de delinquir.
Eso fomentaba el consumo, pero nunca disminuyó el crimen, peor, lo normalizó. Y hacer procesos de paz con la delincuencia organizada es repetir la historia de haber negociado con Pablo Escobar para que dejara de asesinar o de traficar cocaína.
El narcotraficante sabe que cualquier proceso de negociación es una tregua que usa para reacomodarse y fortalecer su macabro negocio. Y esto lo tiene que saber el presidente, pero también sabe que le sirve mucho como bandera populista. Pero como se sabe que Petro sabe lo que uno no sabe lo que hay que saber es que el presidente necesita generar confusión.
Más allá de sus estados emocionales, afectivos, o de enajenación Petro ostenta un temperamento que necesita recrear el conflicto, alimentar el caos y eso requiere de cierta dosis permanente de adrenalina, sea cual sea la ayuda que use. Para tales efectos es bienvenida una frase descarnada de la oposición o una postura radical del gobierno norteamericano, un fallo de las altas cortes o una votación adversa en el Congreso. Él está siempre listo como los Boys Scouts para desenvainar la espada, la de Bolívar donde no hay paraíso o la de Damocles sobre sus ministros, lo mismo le da. Acudirá sin recato a las leyes de Maquiavelo o a la práctica maniquea monda y lironda.
A tergiversar la filosofía de Consfusio o a validar la teoría leninista según la cual lo bueno es lo que le sirve a la revolución. Pero el problema, señores, como canta Silvio Rodriguez, sigue siendo sembrar amor. Lo que sucede es que Petro se confunde. Quiere darle amor a los del Tren de Aragua, pero no a los estudiantes empeñados con el ICETEX, quiere dar amor a los narcotraficantes venezolanos, pero no a los pacientes del sistema de salud.
Quiere darle estatura de revolucionario romántico a Benedetti, pero ve como fascista al dirigente de izquierda Jorge Robledo porque se opone sus reformas no reformistas. Quiere darle comprensión al lumpen, pero desoye aún a sus propios camaradas que lo llaman a la coherencia. Quiere darle amor a los del Pacto de la Picota, pero fomenta el odio de clase contra los ricos y los empresarios.
Quizás Petro confunda la aplicación de la parábola del hijo prodigo porque en esta el padre celebra el regreso del hijo descarriado, cuando vuelve arrepentido e incluso pide ser castigado, pero el presidente quiere dar amor al descarriado sin arrepentimiento, luego lo que fomenta es su reincidencia y no tiene en cuenta que su propósito no es el de enmendar su sendero “luminoso” equivocado. Petro aplica una extraña percepción de la lucha de clases que lo lleva a defender a los delincuentes porque surgen de los pobres, mientras que los ricos deben ser castigados así sean ciudadanos honrados.
Esta dispuesto a aliarse con toda clase de nuevos ricos si le ayudan a castigar a los burgueses. Sus posturas clasistas per se alimentan el espíritu revanchista del lumpen y el resentimiento del tipo del que manifiesta en el Congreso el vociferante y procaz representante del Pacto Histórico Alfredo Mondragón, quien se atrevió incluso a difamar al aire a la madre del Director de Blu Radio, Néstor Morales, de forma grotesca, irrespetuosa e irresponsable al ser cuestionado por el periodista por su vulgaridad y su culto a la gaminería. Barahúnda que le sirve a Petro hasta para tergiversar su propio catecismo marxista que reza: “a violencia reaccionaria, violencia revolucionaria” ya que según él la criminalidad del Tren de Aragua, que incluye asesinatos y descuartizamientos, es consecuencia de la violencia del imperialismo norteamericano, que a su juicio ejerce contra los excluidos de Venezuela por haber suspendido la compra de Petróleo caro a la dictadura Chávez-Maduro.
En todo caso en estas fechas habrá que pedirle a Dios que lo perdone porque no sabe lo que lo que dice, aunque sabe exactamente lo que hace. Y como no hay peor ciego que el que no quiere ver ya le dijo José Feliciano que “Amor de pobre no es mentira ni pecado”, pero habría que recordarle que el amor a la mentira es un pecado contra los pobres, que no es venial sino mortal y que si se descuida lo deja el tren…