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El paro por la culata

Por Fernando Álvarez - 23 de Junio 2021

“Nos pasaran la cuenta”, advertía el cantautor español Patxi Andion en la década de los setenta, cuando hacía sus pinitos artísticos contra la dictadura franquista.

“Nos pasaran la cuenta”, advertía el cantautor español Patxi Andion en la década de los setenta, cuando hacía sus pinitos artísticos contra la dictadura franquista.

Anunciaba que la historia y las generaciones futuras enjuiciarán los actos de lo que hicimos y lo que no, “las posturas y el color de tu pabellón“. “Habrá que pagar”. “Y habrá que decir por qué, cómo, cuándo y para qué, por dónde y por qué razón y con qué ambición”.

Pertinente reflexión para los promotores del paro y los marchistas profesionales de los sindicatos y para aquellos que ucharon a los vándalos a destruir transmilenios e incendiar policías, y para otros tantos oportunistas que creyeron que había llegado el momento de generar una crisis nacional para tumbar el gobierno, o cuando menos debilitarlo para sacarle tajada, o para aquellos otros que se la jugaron en paro al más crudo electorerismo y la más rampante politiquería con el fin de hacer méritos de cara al 2022.

Tendrán que pensar. Porque hoy ya se vislumbra cómo les puede salir el tiro por la culata a estos irresponsables que hoy serán juzgados como responsables y causantes de una mortandad si se analiza el cálculo perverso que hacían sobre desestabilizar la economía, enfurecer ciudadanos y explotar resentimientos para generar caos, provocar crisis y amedrentar a la ciudadanía.

Porque si se estudia el costo beneficio, o el saldo pedagógico o el gana-gana que pretendían quienes en la más fina expresión del infantilismo de izquierda que describía Lenin, auparon actos terroristas, por cuánto generan terror, y bloqueos indolentes que terminaron en pérdidas billonarias para la economía, en la ruina de miles de campesinos, la bancarrota de muchos expendedores de alimentos y por consiguiente el hambre de millares de pobres en Colombia, tendrán que explicar. “Y nos pondrán de frente verás, y tendremos que explicar cómo pudimos lograr lo que nos unió. Y entonces veremos quién saca la cara y por quién y entonces veremos que te aportó la fe”, alertaba Patxi Andion.

Marchas, asaltos a estaciones de policía, destrucción de buses y de vitrinas comerciales que sumadas arrojan unas cifras millonarias en pérdidas que alguien tendrá que pagar. “Nos pasarán la cuenta y tú, tendrás que pagar y yo tendré que pagar también, habrá que pagar”, sentenciaba el cantante.

Esto sin contar que no puede pasar impune que algunos se hayan dado a la tarea de jugar con la vida de miles de ciudadanos, porque no puede haber medida más irresponsable con la gente que sacarla a amontonarse en medio de una pandemia con expresas prohibiciones para toda clase de aglomeraciones y concurrencias masivas por riesgo de un contagio colectivo con consecuencias mortales.

Claro que la respuesta facilista sería que en cualquier caso el culpable es el gobierno porque por su actuar es que se producen las marchas. O sea que si el gobierno “es malo” se justifica salir a matarse o a provocar muertes de los otros por contaminación, por irresponsabilidad al violar los obligatorios cuidados sanitarios en medio de una pandemia que no ha ocultado su final fatal. Ahí sí va a depender del juicio que al final harán los directamente perjudicados. Y como van las cosas, pasarán la cuenta.

Se comienzan ya a contar los muertos y los incrementos de contagios producto de haber salido a participar en eventos públicos en los que no hay manera de guardar los protocolos de distancia ni de controlar el número de amontonados, que bien podrían ser juzgados hoy como amotinados, ya que por decisión propia optaron por sublevarse en contra de las órdenes de las autoridades sanitarias, dictadas en defensa del bien común de la salud pública.

Acaso se puede mirar sin temor a equívocos como una decisión aventurera y criminal que podía terminar en una cruel mortandad al tratar de aprovechar el malestar juvenil y el descontento popular para lanzarlos a la calle en montonera a protestar, a riesgo de que se contaminaran, a sabiendas de las consecuencias letales de esta decisión, no solo para los manifestantes sino para sus familiares. No es esto una deliberada forma de provocar una masacre, un exterminio colectivo. No sería un posible crimen de lesa humanidad. Habría que pensar y preguntarlo a los abogados y consultarlo al CIDH. Habrá que mirar.

Ya hay abogados que han puesto denuncias penales y concejales que interpusieron tutelas contra los promotores de la muerte que no solo soltaron sus huestes para que en medio de sus protestas se camuflaran los asesinos de policías sino que para alimentar el ambiente caótico también actuaban con plena conciencia para justificar la protesta y su expansión agitacional con el propósito de multiplicar odios y reverberar actos violentos porque se necesitaba desesperar a unos policías inexpertos para que cayeran en la trampa de aplicar desmedidamente su fuerza o sus armas, o se defendieran torpemente y olvidaran sus encomiendas en materia de derechos humanos y de rigor institucional.

Algo calculado como con la mente de un estratega del mal cómo Pablo Escobar. Esta incitación tácita, pero no tan explicita ni tan inocente, ni tan espontánea habrá que evaluarla “Porque sabrás amigo que tú, no naciste de una flor, que eres tanto como yo penas y dolor. Que somos peldaños, sí, y por eso al escalar pisamos al otro al fin, que quedó detrás”, como nos recuerda el cantante español.

Las responsabilidades en los balances económicos, que incluyen el pánico económico, el bloqueo a las vías y la destrucción de bienes del estado y aún la agresión física a los uniformados resultan delitos menores a lado de fomentar la contaminación de las amplias masas en medio de una pandemia de la que aún nadie puede cantar victoria sobre la forma de derrotarla y por su puesto menos puede alguien ignorarla para que la gente se contamine en masa. Nos pasarán la cuenta y habrá que pagar.

Y llegará el momento en que los científicos apolíticos, sin intereses mundanos, tengan que dar su versión de juicio y que señalen o exculpen a los promotores de ese suicidio inconsciente colectivo parecido al generado por Jimmy Jones pero con 100 veces más muertes y que la justicia les asigne la responsabilidad que se merecen. Porque como dicen las mamás en su sabiduría “El que rompe paga y se lleva sus tiestos”.