Con un ligero cambio en la frase, originada en el séptimo arte, podemos indicar a través de ella muchos de los eventos dirigidos que hoy ocurren en la economía y política mundial.
Ejemplos sectoriales no son pocos. Solo piense en las campañas de desprestigio en contra del consumo de muchos alimentos aduciendo mil y una enfermedades, o culpando del cambio climático a nuestras pobres vacas, cuando lo que hacen es permitir a millones de familias en el mundo insertarse a las economías de mercado y contribuir a la seguridad alimentaria.
Malo si tomas leche o comes carne, malo si usas aceite de palma o tomas café. Bueno si consumes sustancias prohibidas, esteroides o tomas bebidas artificiales. ¿Quién o quiénes le venden a la sociedad esas ideas?
Terminas condenado si te defiendes de los delincuentes, pero los delincuentes no son condenados por cometer el crimen. ¿Será una crisis de valores, o más bien una estrategia bien definida para acorralar los valores democráticos y las libertades sobre los cuales se fundan las sociedades modernas?
Pareciera estarse promoviendo una cultura del caos, tanto así que el populismo político es la estrategia preferida de quienes buscan el poder. El tema no es nuevo. Solo vale recordar el nuevo, pero viejo, socialismo que llegó al vecindario hace dos décadas, arruinó Estados, empresas y hogares y como el diablo luego se dedicó a convencer al mundo que los daños fueron hechos por otros.
Lo lamentable de todo es que algunos le creyeron y aún lo hacen. Cayó el muro, se abrió la Cortina de Hierro, se disolvió la URSS, Cuba vive en hambre, así como Venezuela, pero siguen creyendo, todo tras unas posturas fundamentadas en dividir a la sociedad entre “ricos” y “pobres”.
Cuidado. Ese discurso se viene acrecentando en nuestra sociedad. Quiere pasarse a un estado de las cosas en donde lo normal pareciera ser irrespetar las instituciones y sobre todo debilitarlas. Y como en un círculo vicioso a mayor debilidad institucional, más caos y menos progreso.
Lo mismo ocurre con quienes se colocan del lado de la defensa de los principios democráticos: son señalados y maltratados. Pero, así como en alguna película, quien busca incendiar la ciudad es aplaudido y enaltecido. Por supuesto muchos intereses ocultos hay detrás de lo que hoy vivimos.
La estrategia es incrementalista, es decir lograr poco a poco pequeños avances que parecen muy sutiles para la sociedad, pero que cuando miramos atrás decimos ¿a qué hora ocurrió esto? Bien lo saben los ciudadanos venezolanos, que hace mucho dejaron de ser ciudadanos y dejaron de vivir en su tierra.
Hay que tener en cuenta, como dijera mi querida abuela, que el diablo sí existe, anda suelto y negará todo lo que ha hecho.