La situación del sistema tributario colombiano necesita un cambio profundo y estructural. Para empezar, es absurdo que tengamos 22 impuestos nacionales, 14 departamentales y cerca de 40 locales. Tal cantidad y dispersión de gravámenes evidencia que el sistema es complejo, cuando la tendencia mundial es a la simplificación.
De otro lado, tenemos muy poca estabilidad en las reglas de juego en materia tributaria, como lo evidencian 14 reformas tributarias en los últimos 25 años. Tal realidad permite concluir que las modificaciones al sistema siempre están encaminadas a satisfacer incrementos del gasto, perdiendo de vista su participación integral en el funcionamiento de la economía. Por cuenta de las malas decisiones de gasto de los últimos 7 años, en los cuales se expandieron los gastos permanentes, basados en una bonanza petrolera transitoria, las últimas dos reformas tributarias se han convertido en un golpe a la inversión, al ahorro, la formalización, la productividad y la competitividad. Hoy, Colombia no solo tiene una tarifa de renta corporativa situada por encima del promedio de la Ocde, sino que la tarifa del IVA se ha tornado en un incentivo brutal al contrabando. Entre el resto de los males se encuentra el aumento de la renta presuntiva al 3,5 por ciento, cuando la figura está llamada a desaparecer, como ha ocurrido en otros países. Se han incorporado medidas como el impuesto a los dividendos, con una tarifa plana del 9 por ciento que grava por igual cualquier ingreso superior a los 30 millones de pesos. Como si todo esto fuera poco, existe un régimen disperso de rentas exentas y descuentos tributarios que superan anualmente los 72 billones de pesos, demoras en las devoluciones de impuestos, que pueden tardar más de 12 meses, y tributos de bajo recaudo, que desincentivan el desarrollo de los mercados de capital. Además, se hace evidente una alta evasión de los impuestos de renta e IVA, estimada por la Comisión de Expertos Tributaios en 40 por ciento de evasión de renta y 23 por ciento de IVA. El sistema tributario que tenemos hace que pocos paguen el impuesto de renta, principalmente las empresas, y que la tributación apenas represente menos del 19 por ciento del PIB. El sistema incentiva la informalidad y desestimula el ahorro, la inversión, la productividad y la competitividad. ¿Por dónde está la salida a esta crisis? Para empezar, tenemos que arreglar la política de gasto para poner fin al constante cambio en las reglas de juego. Tenemos que eliminar los gastos innecesarios, generar ahorros estructurales con eficiencias en la administración pública, mejorar la fiscalización para contener la evasión de renta e IVA y, por esa vía, bajar tarifas de renta corporativa. Del mismo modo, tenemos que simplificar el sistema con menos impuestos y dejar los pocos, pero relevantes, de fácil y efectivo recaudo. Revisar inteligentemente el régimen de exenciones y beneficios, y fortalecer los que permitan generación de empleos y transformación productiva con valor agregado. Colombia merece reducir gradualmente la renta presuntiva hasta desaparecer, promover convenios con otros países que desmonten la doble tributación e incentivar aceleradamente la inversión. Un sistema tributario más simple, mejor estructurado, a favor de la inversión y la competitividad, genera más recaudo y estimula el crecimiento de manera sostenida. Eso solo será posible si tenemos una política de gasto público mejor focalizada y con un Estado capaz de hacer más con menos. Senador ivanduquemarquez@yahoo.com Portafolio, Bogotá, 20 de septiembre de 2017