En el mundo, especialmente en los países desarrollados, los diferentes gobiernos le otorgan a dicho sector unas condiciones especiales para su desarrollo, como son los incentivos a la producción, traducidos, por ejemplo, en precios especiales en los servicios públicos, asistencia técnica subsidiada y tasas de interés con niveles reales, en muchos casos cercanas a cero por ciento y a largo plazo.
En nuestro medio el concepto de fomento se desvirtúo, para decirlo en forma elegante. Si se analiza, por ejemplo, las condiciones del crédito agropecuario existente actualmente en la vecina República de Panamá, se pueden observar sustanciales diferencias.
Allí la tasa de interés es del 0 % anual para la mayoría de los productos de la actividad agrícola, entre los que se pueden mencionar el arroz, maíz, cacao, café, plátano.
Para el sector pecuario bovino y en iguales condiciones de fomento, están la lechería y la ceba. Se incluyen, igualmente, inversiones de apoyo a la producción, como son los invernaderos, los pozos y obras para el almacenamiento de agua, los tractores, las cosechadoras y los equipos de embalaje.
Para los rubros de compra de tierra, vehículos, refinanciaciones y cancelaciones, la tasa que cobran al usuario es del 2 %. Los plazos para la amortización se establecen considerando diferentes aspectos del proyecto a financiar, tales como, el plan de inversión, período de maduración o para la comercialización, entre otros.
En nuestro medio, por el contrario, el mal denominado crédito de fomento para el sector agropecuario es otorgado pensando más en la segmentación entre ricos y pobres, disfrazándose tal clasificación por el tamaño del productor, olvidando que lo que importa es generar riqueza.
Pero la voracidad financiera y la perversidad de las normas, no respeta a unos y a otros. A los pequeños productores se les cobra el 4,5 % anual, más 7 puntos efectivos anuales, lo que resulta en una tasa total de interés cercana al 11,5 % anual; a los medianos el DTF más 10 puntos efectivos anuales, es decir el 14,5 %. Para el Gran Productor, la tasa de interés es pactada entre el banco que otorga el crédito y el usuario, la cual usualmente es más baja que la cobrada al mediano productor.
Si a estas cifras se les resta la inflación, que durante los últimos años ha fluctuado alrededor del 3,5 % anual, entonces considerar como créditos de fomento a los préstamos con tasas de interés que están entre el 11 % y el 14,5 %, es un chiste. Así no desarrollaremos nunca al sector. Y eso que no se ha entrado a hablar de los plazos.