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columna

El día que Petro se hizo neoliberal

por: Luis León- 31 de Diciembre 1969

Me disponía a enviar a la editorial del periódico una columna sobre “La Democracia cándida”, preocupado por la persistente infantilización de nuestra opinión pública y nuestra sumisa negligencia lanar a disentir de cualquier normativa institucional del alcalde, el gobernador, el ministro, el mensaje del telediario de mediodía, la tertulia de opinión de la noche o el trending topic y hashtags de las Redes sociales del día.

Pero, mira por dónde, que me encontré con una casual entrevista de Semana TV al candidato Gustavo Petro, para las elecciones presidenciales de 2022, y fui incapaz de evitar la retorcida atracción que me producen los impostores de baja estofa que hacen del charlatán y del embaucador su principal profesión.

Para ser precisos, de la entrevista de casi hora y cuarto, que, supongo que muchos colombianos ya habrán visto, lo único que casi soporté fueron los primeros 25 minutos en los que el candidato deja adivinar todas sus contradicciones y sobreactuadas falsificaciones.

La primera impostación de Petro -que no pretende otra cosa que sacudirse de sus etiquetas de castro-chavismo, extrema izquierda y populismo- es dar un salto mortal de casi un siglo hasta “La revolución en marcha” de López Pumarejo para mimetizarse con el incipiente liberalismo que empezaba a llegar de las escuelas de negocios y economía anglosajonas, como la London School of Economics o el “New deal” keynesiano del presidente Roosevelt. Es curioso que este posicionamiento de Petro en la economía liberal clásica le permita autorizarse credenciales social-demócratas, más cercanas al socialnacionalismo nazi y al fascismo italiano de la época, sin apenas mencionar la doctrina marxista que es la que subyace en todo su verdadero dogmatismo.

Habla, sin apenas despeinarse, de David Ricardo o de Adam Smith, para convencernos de una modernidad liberal que, en su boca, resulta insultante. Se quiere apropiar de un revisionismo de López Pumarejo para hacernos creer que su sindicalismo, laicismo, agrarismo expropiatorio, progresismo moral y anticlericalismo son de un impoluto liberalismo del siglo pasado que lo coloca en el centro político de la ecuación.

(Ahora Petro es, por lo menos, de centro liberal y todas las demás etiquetas que lo escoren a la izquierda radical son estigmatizaciones perversas de sus enemigos políticos)

Pero, cuando uno quiere identificar la verdadera estafa del personaje, la desfachatez de sus postulaciones para escapar de encasillamientos que lo comprometan con el social-comunismo bolivariano y le permitan pastorear electoralmente en el centro político es, entonces, cuando se descubre la falacia manipuladora del lenguaje, la adulteración del relato para arrogarse esa hegemonía cultural del “buenismo” de izquierdas que Gramsci ya reclamaba: Su movimiento se denomina “Colombia humana” y la ecuación izquierda-centro-derecha queda revocada por la “política de la vida” o “política de la muerte”. (La arrogancia del binomio no es un chantaje gratuito porque parece obligar al elector a posicionarse con la vida de Petro o la muerte que quieren los demás) – HidroItuango es muerte, el cambio climático es muerte, el machismo es muerte, la xenofobia es muerte, el capital es muerte, el mercado es muerte – ¿Detectan, Uds., algo más remoto al liberalismo, más dañino a la libertad individual, al progreso o al libre mercado que esta perversión binaria de que quien no ama la vida que solo ama Petro es porque ama la muerte?

Y si algo me irrita de esta enorme comedia de la falsedad es esa pose impertinente de petulante intelectualidad con la que se barnizan las mentiras (Nadie es lo que aparenta ser):

Dice, el señor Petro, que lo de la política de la vida no lo acuñó él sino el filósofo Michel Foucault con la “Biopolítica”. – O es un indigente intelectual o tiene una cara de cemento intolerable.

Si es verdad que el señor Petro ha leído a Foucault para entender el término “biopolítica”, debería saber que el término no es de Foucault y que el pensador francés lo reformula en el sentido de “biopoder” a partir del S.XVIII cuando desde la Revolución francesa los médicos se hacen funcionarios y la medicalización, los hospitales, la salud, la longevidad, etc. se convierten en técnicas de biopoder en la gobernabilidad (“La naissance de la médicine sociale”)

Petro es un fraude, y para que lo entiendan les recordaré la famosa comedia de Maquiavelo, “La Mandrágora”: Es un enredo divertidísimo sobre una poción de mandrágora, que debía hacer fértil a la esposa del notable abogado Nicias: la bella y virtuosa Lucrecia. El joven protagonista se llama Callimaco, que se hace pasar por el medico que prescribe la mandrágora para llegar hasta el lecho de Lucrecia, pero ayudado por el fraile Timoteo que convence a Lucrecia, con la autoridad de la Biblia, de que no incurrirá en ningún pecado si concede a su marido el hijo que tanto desea.

Fray Petro, el embaucador, nos engaña con una “política de la vida”, con una mandrágora, que solo conseguirá que nuestra hermosa Lucrecia (Colombia) se haga yerma y estéril.

Luis León.

(…desde algún rincón de Madrid)