Son pocos quienes siguen negando que la milicianización no es una enfermedad de contagio espontáneo sino una estrategia del gobierno. Los hechos de estos dos años son tan contundentes que seguir negándola no pase de ser un empeño de ceguera, cuando no una terca actitud de complicidad política.
Esta semana Gustavo Peto dio un paso más en su estrategia de milicianización: decretaron la desvertebración de las Fuerzas de Tare Conjunta, aquellas unidades de las fuerzas armadas en donde se integran miembros y capacidades del Ejercito, la Policía, la Armada y la Fuerza Aérea para combatir el crimen.
La decisión es gravísima porque desbarata uno de los instrumentos que mejores resultados operativos daban en la lucha contra las organizaciones que ejercen el control territorial criminal en extensas regiones -claro, esto ante de que llegara la famosa paz total-
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