Las últimas semanas han sido de asambleas de empresas. Los resultados del año anterior no fueron malos. Pero hay consenso en que este 2016 será muy regular. Sectores importantes como el automotriz, los bienes durables, el agrícola o los importadores, tienen perspectivas muy negativas. El entorno macroeconómico nacional e internacional no ayuda. Pero lo que más daño le hace a los empresarios es la falta de claridad de quienes dirigen la política económica, que están atorados entre sus miedos y sus cálculos políticos.
¿Cómo hacer prospectiva de negocios con tantas preguntas abiertas?
El tema tributario es el que genera más incertidumbre. El Gobierno afirma que la reforma será presentada en el segundo semestre para no perturbar el ambiente electoral si hay plebiscito. El mezquino cálculo político ha sido costosísimo en términos económicos. Se sabe que aumentará la presión fiscal, lo que lleva a posponer planes de inversión y decisiones complejas. La ambigüedad de las intenciones del Gobierno ha logrado que tanto personas naturales como jurídicas, entidades sin ánimo de lucro, patrimonios autónomos e inversionistas extranjeros estén a la espera de que este destape la cartas y presente la reforma estructural.
Tampoco está claro el tema inflacionario. Con un registro que bordea el 8 % en ritmo anual, es de esperar que suban las tasas de interés. Pero la misma junta directiva del Emisor parece estar asustada. Teme cumplir su mandato constitucional de proteger el poder adquisitivo de la moneda, a pesar de que el aumento del salario mínimo ya fue erosionado por el alza de precios. Pero las medidas de contracción frenan el crecimiento y afectan el nivel de empleo. Con un índice de aprobación en los mínimos históricos, el Gobierno presiona para que el Banco Central no suba los tipos de interés. Mientras tanto, la credibilidad de la política inflacionaria está por el piso, como lo confirman las encuestas que realiza el mismo Emisor.
Y la tasa de cambio sigue siendo una incógnita total. Las cifras de comercio exterior son lamentables, al igual que las de inversión extranjera. No hay expectativas de un repunte significativo del precio del crudo. La competitividad sigue en niveles mediocres, pues según el Foro Económico Mundial, no tenemos avances significativos y nos situamos en los puestos 60 desde 2010. El déficit de la cuenta corriente solo se cerraría si enfrentáramos una recesión, lo que es indeseable e improbable. El dólar seguirá alto, a pesar de que el Gobierno, preocupado por la inflación importada, quiera ahora verlo bajar.
Y está el tema de la paz, en el cual la credibilidad del Gobierno está por el suelo. La negociación parece haber perdido el rumbo. Las Farc saben que el Gobierno necesita con urgencia firmar y aprovechan su debilidad para obtener concesiones finales importantes. No se sabe si habrá plebiscito, ni está claro si el proceso con el Eln será también largo y tortuoso. Todo parece indicar que los ‘elenos’ no se dejarán dar tratamiento de segunda y exigirán una negociación especial.
La peligrosa incertidumbre es, en buena parte, producto del desgobierno. Porque hace carrera aquello de sacarle el cuerpo a los asuntos delicados que puedan molestar en La Habana, a los poderosos o a los medios. Publicada originalmente en http://www.portafolio.co/opinion/miguel-gomez-martinez/analisis-accionar-gobierno-colombiano-493959