Hace algunos días, en medio de una amable conversación con el Coronel Plazas Vega, destacado héroe militar y aguerrido empresario, surgió como tema la situación de estancamiento en que se encuentra la economía colombiana y coincidimos en que conjurar esta situación es uno de los grandes retos para el nuevo gobierno. De lo anterior, concluimos que urge estimular el consumo local, el cual permite mejorar la economía del país que se ha visto desacelerada por cuenta de la regresiva reforma tributaria que se concentró en otros asuntos, pero no aunó esfuerzos en la imperiosa necesidad de reducir el gasto público. A propósito de este tema, recuerdo haber visto en los últimos meses que en las grandes ciudades y sobre todo en Bogotá, debido a la inseguridad desbordada en las calles, las personas han optado por acudir masivamente a los centros comerciales para compartir con sus familias algo de tiempo, y es allí en estos espacios donde identifiqué dos fenómenos que evidencian la preocupante situación por la que atraviesa la economía nacional. La primera. La cantidad de promociones que grandes establecimientos ofertan al público, con miras a invitar a las personas a consumir sus productos o servicios. Esto sucede con más frecuencia en aquellos establecimientos comerciales dedicados a las actividades de diversión y entretenimiento, como por ejemplo los cines, cuya estrategia está diseñada para fomentar la visita del público en determinados días de la semana con bajos precios o descuentos, o con las novedosas promociones que involucran las “tapitas” de gaseosa. Aguda y admirable estratagema comercial. La segunda. La gran cantidad de locales vacíos en los cuales, hace algún tiempo, venían funcionando tiendas donde comercializaban algunos productos o servicios no esenciales para la vida diaria, pero que aun así satisfacían los deseos de lujo, comodidad o simplemente el gusto de las personas, y que además aportaban a la generación de empleo, así fuera en pequeña escala pero lo hacían. Como se dijo anteriormente, por cuenta de la implementación de políticas públicas, en algunos casos regresivas, y en observancia a la inestabilidad del panorama político, las personas han adoptado una postura extremadamente cauta con el propósito de maximizar la eficiencia y la practicidad en su gasto, lo que lleva a los consumidores, inclusive, a replantear su lealtad con los productos que acostumbraba a llevar y lo conduce a adquirir productos diferentes, unos más baratos y con menor, igual o de mayor calidad. De allí el éxito de las tiendas “low cost”. Empero no todo es negativo, ya que tras agotar las temporadas electorales de este año la confianza de los inversionistas y de los consumidores tiende a aumentar y es por ello que debemos ser optimistas, como señaló a comienzo de año el entonces presidente de FENALCO Guillermo Botero (hoy ministro de Estado), además de esperar a que el consumo, al menos desde el hogar el cual es esencial para la medición de la economía, repunte en lo que resta de este año. Por otro lado, es necesario fortalecer la confianza de los inversionistas para que se estimule la generación de empleo de calidad y bien remunerado. Esto es de Perogrullo, pero que así es que aumenta la calidad de vida y por ende el consumo. Al respecto, traigo a colación a Adam Smith, quien señaló que "No es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses". Finalmente, exhorto a los colombianos a trabajar duro y de forma inteligente, y a acrecentar el optimismo ya que, al menos por otro cuatrienio, la libertad en materia económica continúa. No obstante lo anterior, hay que continuar en defensa de la misma para que fenómenos como el del consumo bajo no vuelva a surgir, como también continuar en la lucha contra la corrupción a través de la vigilancia ciudadana, especialmente en materia de contratación estatal y frenar, en lo posible, el excesivo gasto público. @TibaquiraDaniel.