Es su método de colapsar las elecciones de 2026, ya le ha caído en la yugular a la Registraduría, porque su decisión consiste en no soltar el poder en 2026
Así es como Gustavo Petro le puso a su método de colapsar, por la puerta de atrás y con las clavijas del gobierno, los ejes del sistema que quiere destruir. Así llamó, por ejemplo, la estrategia con que llevó a la crisis el sistema de salud.
—¿Lo recuerdan?
Cuando dijo que no necesitaba que el Congreso aprobara ninguna ley para hacer lo que quería con el sistema de salud, que de todas maneras él haría que el sistema rodara por el piso, como derribando un castillo de naipes, así: Chú-Chú-Chú.
El mismo Chú-Chú-Chú que ha venido aplicándole al sistema energético, destruyéndolo, comenzando por Ecopetrol, ya hablan de que estamos a punto de un racionamiento de gas. O el mismo Chú-Chú-Chú con que ha venido destruyendo el sistema de seguridad, comenzando por la parálisis, la desmoralización y la desvertebración de las Fuerzas Armadas. Por más que intenten llamar a eso “Paz Total”, cualquiera con dos dedos de frente entiende que eso no es un proceso de paz.
En una entrevista con María Isabel Rueda para el periódico El Tiempo, hace medio año, advertí sobre la estrategia de Gustavo Petro de colapsar las elecciones de 2026. Algunas voces respondieron que les parecía exagerado. Hoy vale la pena volver a sonar las campanas con el fin de que la sociedad, y sobre todo las instituciones, reaccionen con mayor firmeza.
Todas las advertencias de esa entrevista han venido cumpliéndose. La conspiración para minar la elección del registrador Hernán Penagos ante el Consejo de Estado sigue agenciándose desde la Casa de Nariño. Los zarpazos al presupuesto de la Registraduría dados desde el Ministerio de Hacienda, nada más ni nada menos. En el último zarpazo intentaron arrebatarle el 75 % del presupuesto de la Registraduría, en pleno año de preparación electoral. Las constantes referencias de Petro buscando socavar la credibilidad del sistema electoral ante el país. Llegó al extremo de decir que el sistema electoral venezolano es mejor que el colombiano. Todo ésto sin sonrojarse, en medio del fraude de Maduro contra María Corina, en medio de la vergüenza de su silencio cómplice con la dictadura.
Ahora Petro ha decidido caerle en la yugular a la Registraduría mediante la Superintendencia de Industria y Comercio, uno de sus resortes más directos. Acaban de sancionar a nueve funcionarios de la Registraduría con el cuento de que están obstaculizando una investigación. En fin, todas mentiras, todos embustes, todos inventos del gobierno, siguiendo órdenes, para colapsar las elecciones de 2026.
El tema es muy claro: Gustavo Petro sabe que, en unas elecciones libres y democráticas, él pierde. Y también sabe, como lo ha expresado, que su decisión consiste en no soltar el poder en 2026. Lo ha dicho y lo ha repetido en múltiples ocasiones. Luego él va a hacer hasta lo imposible por no llegar a un proceso electoral. Allí llegará solo si las ciudadanías y las instituciones se lo exigimos.
A veces uno le sorprende el hecho de que a muchos políticos les encante creerle las mentiras a Petro y les dé pánico creerle las verdades. Bastaría que volvieran a oír el discurso del 1° de mayo en la Plaza de Bolívar en el que prometió que nunca permitiría que los “asesinos” regresaran a la Casa de Nariño. Claro, entendiendo que para él los asesinos somos todos los que criticamos su gobierno, los que no estamos de acuerdo con él, los ciudadanos que marchamos el 21 de abril.
De hecho, es muy importante comenzar a reclamar la recuperación del control territorial por parte del Estado a fin de que los ciudadanos de extensas regiones puedan ejercer a cabalidad sus derechos electorales.
—¿Qué tanta libertad podrían tener los ciudadanos de Cauca o de Chocó o de Catatumbo o de Jamundí o de medio Meta y Caquetá y Huila para ejercer sus derechos? Y así pasa aún en zonas de las grandes ciudades que han sido capturadas por el crimen en medio del Chú-Chú-Chú de la Paz Total.
La amenaza a las elecciones de 2026 no es una alarma más. Es la línea roja, esa sí, que nos permitirá salvar la democracia o perderla definitivamente, en el mismo despeñadero que ha sufrido Venezuela.
Uno observa que los políticos solamente andan viendo a ver cómo hacen para seguir inventándose sus candidaturas, como siempre, como si no pasara nada, como si el 2026 fuera a ser igual que el 2022 y que el 2018 y de allí para atrás. No se dan cuenta que esto cambió y que al frente está sentado en la presidencia un personaje que detesta la democracia y que está dispuesto a colapsarla con tal de quedarse allí atornillado.
La verdad es que Colombia tiene una clase política que sabe mucho más de cosechar la democracia que de cultivarla. Que se olvidó de que si no la cultiva llegará el momento en que las malezas terminan invadiéndola por completo. Nuestra insistencia: las democracias, o las salvan las ciudadanías o están perdidas. Por lo pronto avancemos con la Veeduría Cívica para la defensa de las elecciones de 2026. Estamos en la tarea.