Esta semana que pasó, el presidente de la República le anunció al mundo que las Farc habían iniciado el proceso de desarme y que como producto de esa situación la paz florecería en nuestro país. Por su puesto no hay nada de malo en un proceso de desmovilización, desarme y reinserción, pero ¿es creíble el proceso que se adelanta? ¿Contribuye a la verdad? ¿Permite soñar con la no repetición?
Hasta ahora el proceso de desarme presenta unas fallas severas que parecieran obedecer a la común improvisación de la administración Santos. ¿Fueron entregados al Gobierno y a las Naciones Unidas los inventarios detallados de las armas? ¿Dieron a conocer las Farc los seriales de las mismas armas? Sin un inventario detallado el proceso de desarme está cojo y sin conocer los seriales de las armas nunca sabremos la procedencia de las mismas, sus mercaderes o si fueron trianguladas con la anuencia o complicidad de gobiernos de países vecinos. Una entrega sin estos elementos es un simple saludo a la bandera y un ocultamiento deliberado de información pertinente y necesaria para la seguridad nacional. Al igual que ocurre con las armas, sería bueno que las Farc entregaran todo el censo de sus militantes a concentrar y desmovilizar, por supuesto, con los archivos dactiloscópicos. Una desmovilización sin estos ingredientes es una burla a la justicia y la puerta de oro para la sustitución de miembros, la venta de frentes o el intercambio de brazaletes. También es urgente conocer toda la información de los milicianos de las Farc, toda vez que son ellos quienes han hecho parte de los tenebrosos escuadrones urbanos concentrados en actividades terroristas. Una desmovilización que oculte información sobre estos grupos o que los compartimente en otras categorías, es un riesgo que puede mutar en el tiempo a nuevas versiones de crimen organizado o un brazo armado clandestino de las mismas Farc. En medio de estos desaciertos se anuncia que 1.200 miembros de las Farc pasarán a la Unidad Nacional de Protección, para custodiar a sus cabecillas. Este camino es irresponsable por múltiples factores. Para empezar el cabecilla alias Timochenko ha dicho que “nosotros no nos vamos a desmovilizar, sino a movilizarnos políticamente”. ¿Así las cosas tendrá la UNP una fuerza política armada? ¿Serán los escoltas de los cabecillas sus subordinados jerárquicos? Todo parece indicar que los nuevos miembros de la UNP serán sencillamente miembros armados de un partido político y que su incorporación será más una tarea de solicitud de las Farc antes que consecuencia de una valoración profesional y sicológica independiente de un cuerpo de seguridad del Estado. Vale la pena preguntar si los miembros de las Farc que se incorporen a la UNP también serán miembros de la futura cooperativa de esa organización llamada Ecomun. El diablo está en los detalles. Una desmovilización mal conducida y un desarme poco riguroso es la cuna de nuevas formas de violencia. La improvisación de este Gobierno es un mal arranque y como dice el refrán “desde el desayuno se sabe cómo será el almuerzo”. O corregimos a tiempo o el dolor será mayor. El Colombiano, Medellín, 06 de marzo de 2017.