He tenido la posibilidad de visitar recientemente la zona del oriente colombiano, en la que he percibido nuevamente desasosiego, soledad, incomunicación y abandono del Estado colombiano.
Después de salir de Bogotá y recorrer 750 kilómetros en su mayoría de carreteras en mal estado llegamos al municipio de Primavera y a la Región del corregimiento de Nueva Antioquia, altillanura plana, donde algunos aventurados inversionistas llegaron allí con el fin de hacer germinar semillas para el desarrollo agrícola y ganadero.
Se percibe claramente después de recorrer 19 largas horas por vías, caminos y trochas, que habíamos llegado a una región con posibilidades de desarrollo agrícola y ganadero, pero basado en la entrada de grandes inversionistas capaces de apropiar tecnología adecuada para suelos de altillanura.
Nos encontramos con una región llena de belleza natural, grandes sabanas con suelos difíciles pero trabajables, hermosos y majestuosos ríos como el Vita, Meta y Orinoco a los que confluyen uno que otro turista o pescador con ansias de conocer los delfines de agua dulce, los bagres amazónicos y otras especies como los venados, reptiles y los grandes roedores silvestres de la región y del cercano Parque Nacional del Tuparro. (Galería: Aumente la productividad de su empresa ganadera en 6 días)
Coloridos atardeceres y amaneceres engalanan la estadía con gente afable y dedicada a sus labores tradicionales, sabrosa gastronomía basada en frutos de la región y un cálido ambiente facilitan el disfrute de la estancia. La ganadería de cría existente con cebuínos, con oferta forrajera de especies nativas, con clima monomodal (invierno y veranos extremos), con manejo tradicional y algunas prácticas introducidas, apenas alcanzan parámetros bajos que no permiten visualizar un desarrollo en el mediano plazo.
Los campesinos nativos con extensiones amplias y sin capacitación, sin ninguna tecnología, sin por lo menos cercas que delimiten sus terrenos, con suelos oxisoles -ultisoles (ácidos y pobres), sin intervención y con bajísimas productividades, parecen estar más interesados en la caza, en la pesca y en la llegada de un inversionista que adquiera su título de tradición para poder cambiar su estatus y permitir un mejor futuro para sus hijos.
Difícil o imposible generar un esquema competitivo cuando en la región después de los costos adicionales se consigue un bulto de cemento por $35 mil, uno de fertilizante por $95 mil, el pasaje en lancha $350 mil por persona o el alquiler de una avioneta pequeña por $9 millones, o peor aún $2 millones 200 mil el costo del flete de un camión hasta Villavicencio con la incertidumbre del estado final de la carga.
Habiendo sentido la realidad de la Orinoquia lejos de los cómodos escritorios palaciegos de nuestros dirigentes nacionales, con la Ley de tierras bombardeada por los padres de la Patria, sin ningún plan de desarrollo bien estructurado para esa región encontramos bastante oscuro el panorama de esas regiones alejadas totalmente y sedientas de políticas agropecuarias. (Lea: En el campo Fedegán – FNG realiza Escuelas de Campo Agropecuarias)
Tengamos en cuenta la gran necesidad de garantizar nuestra seguridad alimentaria y de obtener algunos excedentes para supuestamente competir en un mercado abierto de exportación.
Después de conocer la realidad e intercambiar opiniones y comentarios con propietarios, nativos y técnicos, llego a la conclusión que el desarrollo y consolidación de la Orinoquia colombiana depende de grandes inversionistas apoyados por Políticas Agropecuarias del Estado, con una Ley de Tierras Amplia e incluyente, con desarrollo de infraestructura vial y eléctrica moderna que facilite la entrada de tecnología, su implementación, la comercialización de productos y el bienestar de las comunidades.
Andrés Jaramillo Bernal
Médico veterinario Zootecnista y ganadero.