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columna

Del populismo al daño económico y social

por: Oscar Cubillos Pedraza- 31 de Diciembre 1969

Una fórmula vegana para acabar con el 4% de la riqueza nacional, dejar sin ingreso a más de 400 mil familias ganaderas, sin sustento económico a 1.7 millones de compatriotas en el sector rural dedicados a la cría y ceba de bovinos, sin proteína láctea a millones de niños colombianos, dejar de recibir cerca de 180 millones de dólares al año por exportaciones, y echar a la basura un mercado que suma 19,7 billones de pesos al año.

Una fórmula vegana para acabar con el 4% de la riqueza nacional, dejar sin ingreso a más de 400 mil familias ganaderas, sin sustento económico a 1.7 millones de compatriotas en el sector rural dedicados a la cría y ceba de bovinos, sin proteína láctea a millones de niños colombianos, dejar de recibir cerca de 180 millones de dólares al año por exportaciones, y echar a la basura un mercado que suma 19,7 billones de pesos al año.

Cursa en el Congreso de la República algún Proyecto de Ley, que, bajo el parapeto del bienestar animal, limitaría la actividad pecuaria en el país, y seguramente el verbo a utilizar no sea limitar sino restringir o extinguir.

Tal iniciativa no solo impacta al sector bovino, también al avícola, al porcícola y los demás, que en conjunto aportan poco más del 4% de la riqueza nacional.

Pero hablando propiamente de nuestro sector, el de ganadería bovina, que aporta 1,4% al PIB nacional, las implicaciones de restringirle su accionar sería un grave daño económico y social.

Por ejemplo, el valor de la producción de los animales que llegaron al sacrificio en 2020 sumó cerca de 9,4 billones de pesos. Al transformarse en carne ya alcanza un valor de 19,7 billones de pesos. Por supuesto, cuando llega al consumidor final a través de plazas, famas, supermercados, restaurantes y demás establecimientos de comercio su cotización es aún mayor.

Se imagina usted, amigo ganadero, la magnitud del daño si no pudiéramos desarrollar nuestra actividad. Son poco más de 402 mil familias dedicadas a las labores de cría y ceba, es decir alrededor de 1,7 millones de personas cuyo sustento se deriva del ingreso monetario que le otorga la actividad.

Recordemos además las cifras de exportación. En el primer semestre del año ya suman USD181 millones entre carne y animales vivos. Es el reflejo del compromiso del sector con su labor productiva que al fin y al cabo se convierte en un círculo virtuoso que le genera mejores precios y lo incentiva a producir más y mejor.

Pero además está la labor de porcicultores, avicultores y criadores de otras especies que no pueden estar limitados con la excusa del bienestar animal para que se limite su actividad, pretendiendo que este mundo se convierta en vegano. Claro, el bienestar animal es fundamental y eje estratégico del comercio en el mundo, pero no puede disfrazarse detrás de él la extinción de la actividad pecuaria del país.

Es necesario distinguir el aporte económico y social del sector pecuario en la generación de riqueza y desarrollo del país. Al contrario, propuestas como el Proyecto de Ley en mención “por la cual se expide el código nacional de protección y bienestar animal”, puede terminar en el fomento de la informalidad y clandestinidad de las actividades pecuarias, e incluso incentivando el consumo de producciones importadas.

Además, ¿quién se animaría a estudiar una carrera agropecuaria en un país en donde no se incentiva la producción animal? ¿Han pensado en el daño a las universidades y a la academia? Así como el daño que se generaría a otras cadenas de valor como las de medicamentos, vacunas, semillas, herramientas, alimento animal. Claro que sí, el bienestar animal trae aplausos, pero debe sopesarse con la actividad productiva en un país que tiene el 24% de su población en áreas rurales. Los temas merecen un justo equilibrio en su discusión.

@ojcubillosp