Quedé tan desconcertado con las cifras dadas a conocer por el ICA sobre el segundo ciclo de vacunación de 2017 que mi primera reflexión se enfocó en la necesidad que tiene el sector y el país, de revisar con detenimiento dicha estadística, apelando a una rigurosa auditoria, y ojala para futuras oportunidades, antes de su publicación. No era para menos. Esas estadísticas levantadas por la CNCL muestran que el número total de animales se incrementó en 1,8 millones de cabezas en un año, es decir 7,8 por ciento, y que el número de predios vacunados aumentó en poco más de 15 por ciento. Mis dudas son técnicas. Hasta mediados de 2016 toda la información sobre vacunación se manejó a través del SIT, Sistema de Información Técnica, enmarcado en un Sistema de Gestión de Calidad. Vale la pena recordar que los procedimientos de vacunación contaban con certificación de calidad ISO9001 hasta 2016 cuando FIDUAGRARIA y la CNCL decidieron que dicha certificación era algo de poca importancia, y lo abandonaron, perdiéndose dicho esfuerzo. Pero también me asalta la duda si todos los procedimientos de la CNCL tuvieron el rigor técnico que demanda una tarea de tamaña labor. Y la duda viene por las falencias que demostró esta entidad en los procedimientos seguidos en 2017, que, como es de dominio público, habilitó el reingreso de la fiebre aftosa en junio de ese año, lo cual me lleva a plantear la urgencia de revisar los procesos de información y procesamiento de estos datos de inventario ganadero. Pero sigamos por la línea técnica. Me llama la atención que se compare el primer ciclo de vacunación con el segundo ciclo. Estadísticamente lo adecuado es comparar el primero de un año con el primero del año anterior, o el segundo con el segundo, pues las condiciones de trashumancia, desplazamiento, oferta de forraje, entre otras, terminan afectando los inventarios ganaderos locales y regionales. Además, comparar el mismo periodo es totalmente necesario para la clasificación por grupos etarios de las poblaciones bovinas. Y se me acumulan más interrogantes. Por ejemplo, si la metodología usada es la misma que la del programa Colombia Siembra, en donde se le atribuyeron a dicho programa “resultados positivos” de haber sembrado más de un millón de hectáreas cuando lo que realmente ocurrió fue que se aumentó el número de departamentos monitoreados de 22 a 26. El tema vuelve entonces, al cuestionamiento de la metodología del manejo estadístico y de información. De la cifra en sí de inventario bovino me surge otra reflexión que me llama poderosamente la atención: Si el país contara con 1,8 millones más de animales, el nivel de precios tanto en ganado gordo como en ganado flaco, sería más bajo. Aspecto que no es fácil de explicar en un mercado como el ganadero cuyos precios están muy ligados a la oferta y a la demanda Además me causa curiosidad, por qué, con mayor inventario, estamos sacrificando menos, pues en 2017 la faena de animales cayó 7,3 por ciento. ¿Será que ese 1,8 millones de animales viene de Venezuela, y eso explica el reingreso de la aftosa en junio pasado? De ser así, el ICA estaría haciendo mal la tarea de vigilancia y control. Son muchas las preguntas las que me puedo hacer y muchas las especulaciones que puedo suscitar, por eso lo mejor es que las cifras de inventario ganadero de la CNCL sean sometidas a un riguroso proceso de auditoría de información para que no todo quede en un invento. @ojcubillosp