Alguien con algo de sensatez o quizás la rechifla por el reciente atropello cívico de la caravana presidencial, terminó moviendo la reunión a la sede del Gobierno departamental, menos ostentosa, pero sin abandonar la condición anfitriona y de acto oficial del Gobierno colombiano hacia un “par”, rodeado además por la expectativa de la presencia de uno de los grandes criminales del país –no lo digo yo, lo dice la justicia– y hoy flamante e impune candidato presidencial, alias Timochenko, quien llegó en vuelo privado desde su querida Cuba, pagado con nuestros impuestos. Claro que, como el Gobierno no se desmonta del discurso estigmatizante y negacionista de los resultados del plebiscito que él mismo promovió, se me restregará que soy uno de esos pocos “enemigos de la paz”, de esos colombianos “locos” que prefieren la guerra, desconociendo mentirosamente –quien desconoce la realidad también miente– que la mitad del país que votó hace cuatro años por Óscar Iván Zuluaga no lo hizo en contra de la paz, sino en contra de un acuerdo exorbitante y lesivo para el Estado de Derecho. Los mismos votantes que refrendaron mayoritariamente ese rechazo el 2 octubre de 2016. Pero la voz del pueblo no parece importarle al Gobierno, que la desconoció sin vergüenza ni consecuencia alguna, y que hoy solo responde con la Fuerza Pública, no con diálogo, a la protesta angustiosa del pueblo urabeño que se siente expoliado por unos peajes excesivos. Es el autismo selectivo del poder, que no le permite escuchar a la sociedad civil y hablar con quienes, desde la legitimidad, sienten vulnerados sus derechos y reclaman por ello, pero sí atiende solícito a quienes durante medio siglo agredieron a esa misma sociedad. Es el mundo al revés. En Cartagena el Gobierno se arrodilla una vez más a rendirles cuentas a unas Farc que juegan al “con cara gano yo y con sello pierde usted”. De una parte, pretenden dejar la sensación de que ellos sí cumplieron, aunque se desmovilizaron a medias, dejando “disidencias estratégicas”; entregaron armas a medias, dejando caletas a disposición de esas mismas disidencias; y reportaron bienes a medias, mientras la Fiscalía cierra el año con la incautación de 18.000 hectáreas en Caquetá y un total de ¡4.878 bienes no reportados por 1.3 billones de pesos!, sin que nada pase. Ni qué decir de la entrega de niños o de la indignación fariana por las acusaciones de abuso sexual de guerrilleras que perdieron el miedo y se sumaron al “Yo también”. De otra parte, como sabían que el Acuerdo era un “conejo advertido”, pues ni siquiera hay recursos para las obligaciones inmensas en que se embarcó el Gobierno, van a hacer campaña política con ese incumplimiento y Santos va a terminar como el mítico uróboros, la serpiente que se come su propia cola. Va a terminar de enemigo de la paz; como el gobierno que traicionó la paz que él mismo se inventó. Va a terminar solo con una medalla…, digo, con el costoso NOBEL. @jflafaurie.
De rodillas
Por José Félix Lafaurie Rivera - 05 de Enero 2018
Inicialmente se anunció que la reunión entre el Gobierno y las Farc para revisar los avances del Acuerdo Final se llevaría a cabo en la ¡Casa de Huéspedes Ilustres!, en plena Escuela Naval de Cadetes en Cartagena; es decir, que los narcoterroristas que enfrentaron al Estado y su Fuerza Pública iban a ser tratados con la pompa de un visitante destacado y recibidos en el corazón del alma mater de los oficiales navales, sin respetar la dignidad de nuestra Armada y con esa perversa tendencia a igualar a nuestros héroes con guerrilleros al margen de la ley.