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columna

De las amenazas apocalípticas

por: Edgar Polo- 31 de Diciembre 1969

Conocido el resultado de los comicios, el candidato-presidente Santos, visiblemente mortificado se precipitó en la tribuna pública para anunciar: Yo soy el fin de la guerra y la alternativa es la guerra sin fin, de otra manera: me reeligen o hay catástrofe.

Conocido el resultado de los comicios, el candidato-presidente Santos, visiblemente mortificado se precipitó en la tribuna pública para anunciar: Yo soy el fin de la guerra y la alternativa es la guerra sin fin, de otra manera: me reeligen o hay catástrofe.

Santos es adicto a la parodia. Cuando se posesionó como ministro de Hacienda dijo: “No tengo nada distinto de ofrecer que sangre sudor y lagrimas”, original de Winston Churchill, premier de Inglaterra. La del domingo era de Rafael Núñez: Regeneración o Catástrofe.

Copiar frases de verdaderos estadistas no hace estadistas verdaderos. Lamentablemente al candidato a la reelección le cuesta diferenciar la forma, de la que es adicto obsesivo, de la sustancia de la que no entiende ó no le interesa. Seguramente si la hubiera entendido, no estaría en el berenjenal político de estos días buscando con desespero darle la vuelta a lo que parece ser el veredicto de la historia por una pésima obra de Gobierno.

Después de cuatro años, de mantener mayorías parlamentarias aglutinadas a punta de mermelada y partijas burocráticas, de comprometer la opinión de los grandes medios de comunicación con una cuenta publicitaria oficial que supera los $3 billones de pesos, en un claro abuso de poder; del concurso abierto del Consejo Electoral, del Fiscal General quién ha abandonado su función constitucional para convertirse en corifeo del ejecutivo, apenas logra superar el 25% de la opinión electoral, que lo confirma como mal candidato. El resultado de las urnas concuerda con las distintas encuestas que, más o menos, vaticinaban ese resultado. De otra parte, el 75% de los colombianos no quiere la reelección de Santos y el 77% no está de acuerdo con el estado actual de las conversaciones de La Habana.

No es cierto que Santos sea la Paz. No la hemos tenido durante su Gobierno cuando el secuestro, la extorsión, el reclutamiento de niños, el narcotráfico y las acciones terroristas se han incrementado notoriamente y nada garantiza que las cosas vayan a cambiar. Tampoco es cierto que las conversaciones de La Habana, así como van, lleven a la paz, por cuanto no parten de las premisas de verdad, justicia y reparación.

Después de 2 años apenas se han discutido tres puntos de la agenda y no se puede afirmar acuerdo alguno puesto que: “nada está acordado hasta que todo esté acordado” según las reglas establecidas. Entonces, de que paz estamos hablando? A dónde nos quiere llevar el candidato-presidente con su megalomanía sin límite?

La disyuntiva apocalíptica de Santos para la segunda vuelta  resulta en una acción de coerción que permea el límite del Código Penal. No es extraño en él, hace cuatro años incurrió en una forma de estupro político cuando se hizo elegir con un programa de gobierno para terminar negociando el futuro del país con las Farc. No hay derecho!

El epílogo de la debacle electoral de Santos es dramático y pintoresco, más parece un acto de tragedia griega al mejor estilo de Sófocles o de Esquilo. Convencido que los votos se conquistan a base de clientela, desmanteló parte del Gobierno para cobrar cuotas, sacó del Ministerio del Trabajo  a Rafael Pardo y David Luna, a Gina Parody del Sena. Por su parte Petro, según Santos de pésima administración, hizo lo propio con varios de sus secretarios. Para remate, designó a Cesar Gaviria coordinador general de la campaña en su etapa final, como el gran comandante de la gesta. 

El que desconoce la historia está condenado a repetirla, reza el refranero. Gaviria se hizo presidente sobre el catafalco de Luis Carlos Galán y después de una década en la OEA regresó a dirigir al partido Liberal, que bajo sus riendas llegó a su mínima expresión en los años 2002 y 2006. Entregó los restos a Rafael Pardo, quién mejor que sus contendores, incluido Santos, terminó en el último lugar en las elecciones de 2010. Gaviria como estratega político ha resultado un excelente sepulturero.

Con Zuluaga, su experiencia, conocimiento, sencillez y ponderación Colombia retoma el rumbo perdido. La suerte está echada.