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De la satanización de la tauromaquia y otros desatinos

Por Columnista invitado - 06 de Junio 2024

La prohibición de las corridas de toros es el reflejo evidente de la incoherencia, el resentimiento y la lucha de clases que promueve este gobierno.

Piba Márquez, MV*

Como lo dijo alguna vez el único político que ha logrado unir realmente este país y que hoy sufre en carne propia la polarización y el odio sembrado progresivamente en nuestro, país por una pseudo ideología con inversión de los valores y reescritura falsa de la historia misma: “estoy en una encrucijada del alma”, en relación al toreo.

La mejor persona que he conocido me llevó de niño algunas veces a la Santamaría, a ver ese grandioso espectáculo que arrastra siglos de tradición y cultura popular. Allí, en el marco de la fiesta, seguí cultivando el amor y el respeto heredado hacia los animales, como es el caso del majestuoso toro de lidia. Imponente y sublime toro de casta, que de lejos muestra su clase, su pundonor y su dignidad a toda prueba, en su condición natural de bestia indomable.

Jamás, ni en aquella época ni hoy, he maltratado un animal; jamás he gozado al ver un perro golpeado, o encadenado. Muy por el contrario. He dedicado mi vida y hasta mi profesión de médica veterinaria a salvaguardar la vida, la salud y el bienestar de esos seres sintientes. Y, sí. Son sintientes porque sienten, porque tienen sensaciones y -no como muchos lo interpretan- porque tuvieran sentimientos. No al menos como los percibimos los humanos.

Humanizar un animal es como animalizar un ser humano; es un irrespeto a su condición natural, una señal inequívoca de desconocimiento absoluto de las libertades o pilares del bienestar animal: Dejar que sean y se comporten como su naturaleza animal les dicta.

Con el paso de los años me alejé de la fiesta brava pues entendí, de manera personal, que la sangre y la posterior muerte del astado no era lo que yo quería ver, pero me sigue gustando la corrida, la fiesta y el imponente toro bravo.

Coherente como he pretendido ser siempre, dejé de asistir a las corridas de toros, pero respetando a quienes jamás fueron, igual que a los que seguían llenando las plazas.

Hoy vemos cómo, quienes ideologizaron esta decisión sobre la tauromaquia, aplauden la decisión por la sangre y la muerte de un animal que se había criado para ello y que su condición natural era la faena en esa arena soleada, pero a renglón seguido vociferan en favor del aborto de un ser humano no nacido de hasta 24 semanas, apenas un par de semanas menos de las que duró mi propia gestación y la de muchos que seguramente me están leyendo. En ese aborto hay también sangre y mucha más barbarie que en “Las Ventas” en Madrid. Es increíble ver cómo se sataniza la tauromaquia y se promueve literalmente o veladamente, el aborto y la promiscuidad desde las políticas y programas de este gobierno y de gobiernos progres de municipios y departamentos.

Desatinos o incoherencias a las que ya nos tienen acostumbrados como la de sancionar el consumo de gaseosas y dulces, pero liberan el consumo de marihuana y estupefacientes. ¡Dios nos libre! (porque nunca me quitaran mi fe católica)

Estos mismos son los que han pedido por décadas respetar las diferencias, validar las minorías; pero hoy las aplastan y condenan a los jornaleros de las fincas ganaderas, a conductores de camiones, a toreros y sus cuadrillas, a empresarios, a vendedores ambulantes alrededor y a todas esas familias, al hambre, al desempleo y a la exclusión.

Algún día habrá coherencia, quizá…

Insistí por años que el toreo, por la sangre y la muerte, debería evolucionar, pero nadie escuchó. Hay manifestaciones taurinas que así lo han entendido, como la surgida en Portugal -un toreo sin sangre, sin sufrimiento o maltrato animal-; pero aquí la lucha es de clases, ideológica, politiquera; y por ello había que acabar la fiesta y punto. “De malas” como dicen rancia-mente.

Si hablamos de maltrato animal y de tortura, sangre y muerte, de lejos es más evidente en corralejas y peleas de gallos; más maltrato animal hay en la crianza absolutamente confinada de pollos, gallinas o cerdos que en la crianza totalmente rodeada de bienestar que tienen los toros de lidia. Hay más maltrato en los hermosos caballos que se guardan 24/7 en pesebreras; y ojo, soy un enamorado de los caballos. Pero esas luchas quitan muchos votos populares y no ayudan en nada a la estrategia populista y progre de la lucha de clases.

Para completar la brillantez de “animalistas” les contaré que al acabar con la fiesta brava para que no maten a algunos de los machos criados, han sacrificado a todos los animales, machos y hembras de estas razas, pues nadie más los criará. ¡Extinguieron desde el capitolio este hermoso ejemplar!

*Nombre cambiado a solicitud de la autora