Aunque fallida, la propuesta del presidente Santos refleja la creciente preocupación nacional por la institución de la reelección inmediata, demostradamente ajena a la cultura política colombiana.
Por otra parte, no es cierto que cuatro años sea un periodo corto para cumplir los compromisos programáticos de los ungidos por el voto popular. No es extenso, pero es suficiente. Ahora, en el contexto de abolir la reelección y aumentar el periodo presidencial a cinco o seis años, el canje puede resultar afortunado.
Recordemos que con Nuñez se amplió el periodo a 6 años, pero con reelección. Es natural que en el camino se vayan ajustando los sistemas políticos para que respondan adecuadamente al “momentum” histórico. Los cambios en la geografía de la democracia son constantes y es propio de los legisladores tomarle el pulso a la opinión pública.
La formulación del presidente Santos, si bien improvisada e ingenua, tenía un toque de nobleza: Se sometería a una reelección por dos años. Fue la velocidad de la lagartería la que indujo a pensar que se trataba de la extensión del periodo presidencial por el Congreso. Por eso, el presidente, con mucho carácter, rectificó inmediatamente y despejó el nublado panorama.
Le corresponderá a la próxima legislatura afrontar una reforma política de alto calado, que debe contemplar, entre otros, los siguientes temas: La no reelección; periodo presidencial ampliado; abolición de la circunscripción nacional para Senado de la República, pues esta ha conducido a una crisis de la efectividad de la representación, a una ruptura del vinculo entre elegidos y electores y a departamentos sin Senadores; circunscripción especial para minorías; control fiscal y disciplinario especializado para los entes territoriales; Corte de Cuentas, en reemplazo de la obsoleta e inerme Contraloría General de la República; régimen para la autonomía regional… y reforma del Congreso.
La Cámara Única sería el gran cambio que modernizaría el cuerpo legislativo. Asimismo, el proyecto del Partido Verde, sobre “un sistema mixto de representación” es interesante y merece un amplio debate. Sería una reforma-solución, no una reforma-sanción, como se ha acostumbrado. Y la haría el propio Congreso, para evitar la espada de Damocles de una Constituyente.
Por último, hay que oponerse a la reelección de Alcaldes y Gobernadores. Como el Estado no adaptó los controles a la elección popular de estos funcionarios, se han establecido en algunos departamentos y municipios auténticas satrapías, con poder total. El alto presupuesto les permite “atender” a los investigadores. Son intocables. Son venales. Con reelección, no habría freno que impidiera su coronación como reyes locales de la corrupción y de la persecución política. En la mayoría de los pequeños municipios no hay control social, no hay prensa, no se puede expresar la opinión. Son el escenario de la altanería del poder que blande como principal arma la dolosa contratación directa. No, no se pueden reelegir.