Y como a la gente hay que creerle, nos dice el Ministro Cárdenas Santamaría, que el balance de nuestra participación es muy favorable; que la comunidad internacional espera que la firma de la paz en Colombia sea una de las grandes noticias del mundo este año, y que esta Comunidad respalda el manejo económico de Colombia. Y como prueba fehaciente, el ministro habla de inversiones que ya se conocían como las de las gaseosas negras y las que vendrán de Canadá, que resulta natural después de la venta de Isagen.
No hay forma de saber que ello no fue así. Por lo menos no se requiere gran imaginación para entender que el andamiaje de la firma de la paz ya se impuso y que no importa lo que venga después. Basta señalar la módica suma que señaló la Comisión rural para la trasformación del campo, que calculó el costo de las estrategias y necesidades para el período 2016 - 2030 en $196 billones (13 billones al año, casi 5 veces lo de hoy).
Suma que realmente es una bicoca, frente a lo obtenido por la narcoguerrilla de las Farc, máxime que la comunidad internacional estará –ahí sí–, pendiente de que se cumpla todo.
Empecemos por el desarrollo rural. El Gobierno le entregó esta función a las Farc, pero también les entregará la tierra a través del Fondo de tierras y de las zonas de reserva campesina –la no despreciable área de 29 millones de hectáreas–. También con la mirada complaciente de los legisladores de su partido, les entregó el Congreso –con la creación de la Comisión Especial Legislativa y las facultades extraordinarias que convierte a los congresistas nombrados democráticamente en figurillas decorativas–, amén de que el régimen electoral se acomodó a sus exigencias.
Le torció el brazo a la política judicial al convertir el narcotráfico en un delito conexo con el delito político, y les concedió una justicia transicional que da vergüenza, para conferirles impunidad, y mucho más.
Pero ese escenario se da en un marco complejo de nuestra economía. Uno, finanzas públicas débiles por la caída del precio del petróleo, pero aquí hay que reconocer la habilidad del ministro Cárdenas al vender Isagen a toda costa, pues eso hará que el gasto público soporte la contracción de la demanda –de ahí que no resulte extraño que el funcionario imponga la reforma tributaria con tal de quedar como el mejor ministro de Hacienda del hemisferio por los resultados, así se quiebre el resto del país–; Dos, inflación que no detendrá su ritmo de crecimiento por lo menos en los seis primeros seis meses de 2016. No sobra señalar el enredo del Gobierno con el Decreto del aumento de salario mínimo que castigó duramente a las gentes de bajos ingresos, al registrarse una inflación para este segmento de 7.12 %. Tres, el abultado subempleo que suma a noviembre de 2015, 10 millones de personas, a los cuales se debe adicionar los 12.9 millones de inactivos, y los 1.8 millones de desempleados, frente a una población ocupada de 20.8 millones de personas. Cuarto, y para no extendernos más, la bomba de la seguridad social –en salud y pensiones- y el complejo entorno de los impactos del Fenómeno del Niño, que ya tiene quebrados a los productores rurales y al borde de una gran tragedia sanitaria a muchas poblaciones por falta de agua.
Eso es lo que vemos, los que no fuimos a Davos. Todo ese cuadro configura el verdadero Zika –el mosquito que ha puesto en jaque a la población colombiana–.