2023 será un año en donde la inflación comience a ceder, pero aun seguirá siendo más alta de lo que registraría un año normal. El último año normal que hemos tenido fue 2019, sin pandemia, sin crisis logística, sin altos costos de materias primas, sin guerras.
Al respecto, vale evaluar que viene ocurriendo con la inflación en carnes y en leches y derivados lácteos. Hablando de la primera, en los primeros dos meses del año el alza sumó 1,5% para la carne de res, mientras que para ave (pollo) llegó a 1,3% y para porcino 3,6%. Vale recordar que para carne de res en el primer bimestre de 2022 su IPC alcanzó 4,1%.
Hoy, las subidas en el precio de la carne son consistentes con la dinámica del precio del novillo gordo, que ya desde hace varios meses se encuentra en una marcada estabilidad con alzas y bajas de acuerdo con la estacionalidad productiva.
Así como pueden evidenciarse disminuciones en el precio del novillo gordo en los últimos meses, como consumidores también quisiéramos ver bajas en el precio del kilo de carne, situación que no es habitualmente ocurrente. De hecho, las cifras de IPC en el precio de la carne de res muestran su última baja en agosto de 2020, y tan solo de 0,26%. Muy lejos y muy poco.
Vale la pena hacer un esfuerzo adicional, especialmente por parte del eslabón comercializador, para que los precios de la carne reflejen las bajas en el precio del novillo, esto con el fin de promover el consumo de carne de res que ha perdido espacio en las últimas dos décadas frente a sus bienes sustitutos.
En el caso de la leche liquida la situación de subida de precios puede ser aun más sensible. En el primer bimestre del año el IPC de leche sumó 7,6% y el de quesos 5,9%. En este mercado, a diferencia del de la carne con los novillos, sí ha registrado una subida permanente en el precio de su materia prima, la leche cruda; teniendo en cuenta la disminución de la producción desde noviembre de 2021.
Vale recordar que en 2022 el consumo per cápita anual de leche y sus derivados cayó de 162 litros a 154 litros, por dos razones: la subida de precios al consumidor con un IPC anual registrado de 36%, y, las lesiones en el ingreso monetario que viene deteriorado desde 2013 y terminó más golpeado con la crisis de la pandemia.
Sin embargo, la industria lechera tradicionalmente ha mostrado procesos de innovación más avanzados y rápidos que los de la industria cárnica, que hoy con mayor urgencia deberían trasladarse al diseño de productos lácteos para estratos de bajo ingreso con el fin de recuperar el consumo.
Pero lo que valdrá la pena ver en este 2023 son las razones, o mejor los “…es que...” que dan los diferentes eslabones de porque no baja el precio de la carne y de la leche.
Ya quedó demostrado en 2022 que las exportaciones de animales en pie y de carne no fueron las causantes de la alta inflación de carne. Recordemos que el precio del novillo bajó desde mayo hasta agosto de 2022 y desde allí ha estado estable. Se exportaron 43 mil toneladas de carne y 394 mil bovinos en pie, el precio del novillo bajó, pero el de la carne subió.
En leche, la formula propia al ICSL – Índice Compuesto del Sector Lácteo – que hace parte de la Resolución 017 de 2012, determinó un ajuste de +26% en el valor mínimo de grasa, proteína y sólidos totales. Eso no gustó en el sector industrial, pero recuerden que son las reglas del juego en donde todos dijeron su visto bueno ya hace más de una década.
@ojcubillosp