Leí con estupor el informe preparado por el economista de la Universidad Central de Venezuela, Humberto García Larralde, sobre las cifras económicas publicadas por el Banco Central del país vecino referentes al periodo de gobierno de Nicolás Maduro. Cada párrafo hay que repasarlo varias veces, pues resulta difícil de creer. El balance es tan catastrófico que las cifras resultan inverosímiles. Pero tristemente son ciertas, pues proceden de la única fuente económica medio segura que existe en el vecino país.
El informe señala que, entre el 2012 y el tercer trimestre de 2018, la caída del Producto Interno Bruto alcanzó 48,1 %, en términos reales. ¡Ello trajo como consecuencia que el ingreso per cápita de los venezolanos retrocediera a su nivel de 1950! Sectores como la construcción, disminuyeron 88 %, la manufactura 68 y el comercio el 74 %.
Ni siquiera el sector energético, el más significativo de Venezuela, logró salvarse del derrumbe. Se rompió el paralelismo entre el precio del crudo y el comportamiento de la economía. El precio del barril estuvo en USD 20 en el primer trimestre del 2016 y ha bordeado los USD 70 en los últimos meses. A pesar de ello, la economía no repunta, al contrario, tiende al colapso. Maduro y sus áulicos en el mundo, como Gustavo Petro, argumentan, con desfachatez, que las medidas de bloqueo internacionales son las causantes de la crisis económica. Nada es más cierto, pues las restricciones financieras impuestas por los estadounidenses en el 2017, y cuyo impacto se empezó a sentir el año pasado, se produjeron cuatro años después de que se iniciara la caída de la producción.
Mientras tanto, la deuda pública registra una evolución exponencial pasando de USD 30 mil millones en el 2006 a más de USD 130 mil millones en el 2018, y esta cifra es poco confiable dada la contabilidad creativa, las deficiencias de registro y desviaciones de recursos del Tesoro, que han sido registrados en los medios internacionales, y que son fuente de todo tipo de especulaciones.
Las consecuencias de este desastre sobre la población son reales. En promedio, los venezolanos han disminuido en los últimos cinco años su peso en siete kilos y la desnutrición alcanza niveles similares a los de algunas naciones africanas. Más de tres millones de venezolanos han huido de la miseria, lo que equivale a 9,3 % de la población total, un éxodo que supera lo sucedido en países en guerra abierta como Siria.
Formación de capital negativa, fuga de capitales, corrupción escandalosa, ausencia de servicios públicos, como agua y electricidad, sumados a niveles de inseguridad galopantes, complementan este cuadro de horror de la realidad de un país que, durante décadas, fue uno de los símbolos de la riqueza fácil y los subsidios. Los niveles de inflación hacen que el cálculo del valor de las cosas desafíe el espacio de las calculadoras. En Venezuela no hay circulante porque nadie puede transportar los volúmenes de billetes necesarios para comprar un café.
La que Maduro ha hecho con este rico país califica, sin problema, como crimen económico contra su pueblo. Haber destruido la economía y generado esos inmensos costos sociales es algo que no tiene perdón de Dios. Algún día tendrá que pagar por ello.
Portafolio, junio 18 de 2019.