La telaraña de controversias que tienen lugar en Colombia, de manera permanente, producen el efecto de confundir a la opinión con respecto a los asuntos que, en realidad, ocupan los primeros lugares en la lista de prioridades. Para que no haya confusiones, todos los temas que afectan la vida de los ciudadanos son importantes. Sería irresponsable negarle a alguno de ellos la significación que tienen para el bienestar de la comunidad y la vida diaria.
Nadie podría desconocer la razón que acompaña a quienes señalan la salud, la educación, la seguridad, el medioambiente y el empleo, para mencionar solo algunos aspectos, como las áreas a las que debe dispensarse particular atención cuando de definir políticas públicas se trate. Todos tienen argumentos valederos. Sin embargo, la identificación de las materias muchas veces conduce a que las ideas para solucionar las carencias en esos campos se basen, apenas, en la reorientación de los mismos escasos recursos. Para no mencionar los constantes llamados a nuevas reformas tributarias, orientadas a sacarle más plata a los pocos que pagan cumplidamente los impuestos. Parecería que la imaginación queda aprisionada en esos dos caminos, a los cuales se suma la invocación dirigida a gastar menos. Desde luego, todo se necesita. Austeridad, mejores ingresos, asignación adecuada de los mismos y buenas políticas. Pero, en las circunstancias actuales del país, lo que toca hacer es dar un gran salto conceptual para definir una nueva ruta. En este punto no debe haber vacilación alguna con relación a que el verdadero objetivo nacional, el propósito real, tiene que ser generar más recursos. ¿Para qué? Pues para tener buena política social, reflejada en sectores sociales de gran cobertura y altísima calidad, erradicar la pobreza, construir equidad y generar empleo. Y esas metas solo pueden alcanzarse si se toma la decisión de crear las condiciones necesarias, todas las que se requieran, para que haya más inversión, crezcan las empresas que existen, nazcan nuevas unidades productivas, y se generen más y mejores empleos, que alimenten la demanda e incentiven la creación de otras compañías.Ese es el camino. La pavimentación de dicha ruta tiene que ser, por otra parte, el producto de un esfuerzo de concertación permanente con el sector empresarial colombiano, grande, mediano y pequeño, dirigido a identificar sectores y productos competitivos, con mercado y capacidad para crear más puestos de trabajo. Es necesario que tal empeño se acompañe de la determinación, óigase bien, determinación de acabar con todos los trámites innecesarios que se convierten en obstáculos para los emprendedores y estímulos a la corrupción, de manera que el nacimiento de empresas sea expedito y ágil. Una estructura tributaria plana, con tarifas bajas, generalizadas y de fácil recaudo es, así mismo, el mejor antídoto contra la evasión y el remedio adecuado para combatir la permanente tentación de elevar las cargas. En este país, finalmente, hay que bajar los impuestos, facilitarle la vida a los empresarios y darle seguridad, garantía e incentivos a los inversionistas. De lo que se trata es de crecer, crecer y crecer. Portafolio, Bogotá, 09 de octubre de 2017