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Señala, en primera instancia, el reto que tienen los países de América Latina y el Caribe respecto al aumento en la productividad agrícola. Indican sus autores que esta es, sin duda, la mejor apuesta para lograr el crecimiento, la estabilidad y la sostenibilidad del sector agrícola, sobre todo en un escenario caracterizado por la ralentización del crecimiento de la productividad agrícola. Pérdida de dinámica que se explica por la desaceleración de la demanda mundial de productos agroalimentarios y por un posible final del “súper ciclo” en los precios agrícolas.
Pero la fórmula para incrementar la productividad agrícola es la que ya todos conocemos: “promover la inversión en investigación y desarrollo (I+D)”. Tarea que debe ir acompañada con un impulso a la educación rural, a la mejora de los servicios de extensión, la inversión en infraestructura rural y la mejora en el acceso a los mercados.
La promoción del crédito rural sigue ocupando también uno de los primeros lugares, pues es el vehículo para mejorar la distribución de los beneficios derivados de la I+D, en especial para que la tecnología llegue a los agricultores familiares y contribuya a cerrar las brechas de productividad entre productores.
La educación rural y agrícola es una acción efectiva para reducir las diferencias en productividad y contribuir a cerrar las brechas de inequidad en los ingresos, unida al acceso a activos y medios de producción.
El Estado por su parte, debe asegurar la provisión de bienes públicos, tales como mejoras generales en infraestructura y mecanismos para la protección de los derechos de propiedad. La inversión en infraestructura rural, desde carreteras, redes de almacenamiento y frío, mataderos, mercados y redes de información y comunicaciones y hasta la construcción de infraestructura para la investigación e innovación tecnológica (laboratorios, estaciones experimentales, etc.). La infraestructura financiera rural, es vital para promover una adopción más rápida de las tecnologías y prácticas agrícolas.
A la par de avanzar en mejoras de la infraestructura física, se debe contar con medios eficientes de transporte (carreteras, puertos, ferrocarriles, transporte aéreo, etc.) y la logística adecuada para el flujo rápido y al menor costo posible de bienes y servicios desde los mercados y hacia estos, así como la movilidad de los trabajadores.
En cuanto a las condiciones del mercado, es crucial que el Estado vele por que haya un ambiente de más competencia y apertura comercial y en que los actores respondan a las señales del mercado, para que la investigación, la asignación de recursos, la adopción de nuevas tecnologías y las innovaciones correspondan a esas señales y a los cambios en los precios relativos.
En fin, son acciones que la mayoría de las veces se olvidan por concentrar todos los esfuerzos en un solo punto de política. Ahora que estamos ad portas de implantar un “mix” de modelo económico, en donde se sabe cómo empieza pero no cómo termina, es fundamental no olvidar las anteriores recomendaciones de los expertos, que no son más que el recorderis de lo que debe hacer un país para avanzar en el desarrollo de su sector rural, así sea como uno de los tantos propósitos que se hacen por estas calendas de fin de año.