Petro ha dicho que esta tregua es para que paren los tiros y se salven vidas. Pero una tregua que se limite a parar los tiros es una tregua fracasada. Por inviable
A mí no me preocupa la Paz Total. Lo sí me preocupa, y mucho, es que la Paz Total termine siendo un fiasco.
Desde el gobierno de Turbay (1978-1982) hasta hoy, todos los gobiernos han hecho intentos de paz. Unos con más avances que otros, pero absolutamente todos lo han intentado. A estas alturas podemos decir que los colombianos tenemos experiencias tanto en la paz como en los fracasos de la paz y sabemos que cuando un proceso de paz fracasa las cosas nunca continúan iguales sino que las violencias se recrudecen y siempre es la población la que termina pagando la peor parte.
La paz de Colombia debe de seguir siendo la gran prioridad. Razón de peso para exigirnos sacar su discusión de los escenarios de la polarización. En un ambiente tan cargado, resulta muy peligroso seguir tratando la paz en términos de antipetrismo y antiuribismo. Yendo más allá, tampoco tiene sentido discutir el tema en clave de gobiernismos y anti gobiernismos. Lo que verdaderamente se necesita es hacer hasta lo imposible para que la paz funcione.
—¿Hacer hasta lo imposible?
—Sí. Nosotros como ciudadanos y el gobierno, obviamente, como el principal responsable de lo que pase.
Los ciudadanos podemos aportarle a la paz dando, por ejemplo, a conocer nuestras opiniones o advirtiendo los riesgos que se vean en el camino o dándole opiniones al gobierno con el fin de que cometa el menor número de errores posibles.
La tregua es, por definición, una de las herramientas imprescindibles de un proceso de paz. Imprescindible quiere decir que sin ella no se puede llevar a cabo. De allí, que sea tan importante proteger la figura de la tregua para que no se desgaste y pierda la capacidad de acción y de representación sin la cual un proceso de paz se vuelve prácticamente inmanejable. No se puede jugar con la tregua.
La tregua es el punto de quiebre simbólico en un proceso de paz. Marca un antes y un después. Es cuando la sociedad se sienta a mirar el grado de seriedad y compromiso de las partes. Es cuando se levanta el telón para que comience a rodar la otra obra, también imprescindible: la obra de la legitimación del proceso de paz. Sin legitimidad los procesos de paz se vuelven inviables.
Por eso, antes de firmar una tregua lo primero que hay que hacer es definirla muy bien para que nadie salga a decir después que no era eso lo que estaba firmando o que creía haber entendido una cosa diferente. No puede haber treguas en la Torre de Babel. La tregua tiene que establecer con toda claridad el verdadero alcance de su naturaleza.
El presidente Petro ha dicho que esta tregua es para que paren los tiros y se salven vidas. Algo así como “paren los tiros y después vemos qué hacer”.
Salvar vidas siempre será un propósito loable. Tan loable, que de lo que se trata es de que se vuelva real y perentorio; que todo el que se comprometa se vea seriamente obligado a cumplir.
Una tregua que solo se limite a parar los tiros es una tregua fracasada. Fracasada por inviable. Inviable porque nadie puede cumplirla. Comenzando por el Estado que está en la obligación de perseguir los delitos o por lo menos algunos delitos o por lo menos así debería ocurrir para no perder absolutamente su razón de ser.
Los grupos ilegales tampoco pueden cumplir esa tregua por la sencilla razón de que los tiros son materia prima imprescindible de los delitos que verdaderamente les dan razón de ser. Ellos no podrían seguir delinquiendo sin tiros. Narcotraficar sin tiros es imposible. Extorsionar sin tiros es imposible. Controlar un territorio e imponerle las condiciones a la gente necesita tiros.
Por eso las treguas no se firman para parar los tiros sino para parar, por lo menos por un tiempo, los delitos que dan origen a los enfrentamientos que hacen imposible que paren los tiros.
Por eso el Estado no puede firmar una tregua a cambio del solo hecho de que paren los tiros. Eso sería la rendición más absurda y vergonzosa del Estado. Eso sería como comprometerse a no perseguir a los delincuentes mientras ellos solo se comprometen a no disparar mientras siguen cometiendo todos los delitos contra la gente y la humanidad, solo que esta vez como Pedro por su casa.
Y al final, solo llegaríamos al escenario fatal de peores ríos de sangre y dolor. La paz no puede consistir en que no se vea la sangre. La paz tiene que consistir en que efectivamente no haya más sangre.
Presidente Petro: le sugiero que les pida a sus funcionarios que se dediquen más a las victorias reales que a las victorias tempranas. Que le dediquen más tiempo, seriedad y experiencia a construir las condiciones de una buena tregua. De una tregua sin afanes que se pueda cumplir y que le sirva a la paz que todos necesitamos.