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columna

Combustible

por: CONtexto ganadero- 31 de Diciembre 1969

El mundo actual tiene como sangre y músculo, la gasolina y los motores que generan el movimiento. A ellos nos sometemos en todos los sistemas de vida y producción. Pero hay incógnitas y contradicciones que traen los carburantes que nadie entiende.

No hay ser humano que haya podido comprender porque cuando baja el petróleo la gasolina se queda por las nubes. Recibimos de Minhacienda y Ecopetrol las mismas incoherentes explicaciones alcabaleras, soportadas en abstrusas tesis económicas.

¿Será que nos cobran la gasolina por sus virtudes para el amor, que son evidentes? No solo los carros han sido poderosa herramienta para lograr erótica aceptación con las damas, sino que los choferes han sido famosos en la comunidad por sus reconocidos éxitos.

En todo el planeta el precio del combustible automotor ha sido proporcional al del crudo. Cuando este valía a $150 dólares el barril, la gasolina llegó a los US$ 5 en el primer mundo. Con los actuales precios del oro negro, hoy un galón de gasolina en USA, cuesta US $ 1.70, mientras en Colombia es de US$ 2.80.

Aquí nada los conmueve. Los precios del combustible deben tener alguna estrafalaria fórmula para fijarlos. Parece tener vigencia aquel “silogismo” para idiotas: Si sube, pierdes tú y gano yo. Si baja, gano yo y pierdes tú. Como decía el verso del viejo De Greiff: “La llevamos perdida sin remedio”.

El petróleo y su escalada alcista sirvieron de pretexto para todo. Para subir los pasajes de avión y los de buses, las tarifas de los taxis, para no hablar de los peajes de vías en concesión que cada día están más deterioradas.

En relación con el extraño mundo de las aerolíneas desconcierta casi todo. Los anuncios de salida y llegada de vuelos son inextricables. El ruidoso galimatías de un robot con voz femenina en lenguaje estrambótico. Las únicas palabras que se entienden son el “atención” con que comienza la perorata, y el “muchas gracias” del remate. Ahora se suman a esa Babel del desconcierto unos aviadores ambiciosos y un patrón que, pese a poderosas razones de economía, actúa con belicosa arrogancia en el manejo del conflicto.

De otro lado, en ese transporte nunca hay cupo en el vuelo que nos interesa. Si alguien ruega compungido lo incluyen en una ominosa lista de pasajeros condicionales, porque “su reserva no aparece en el sistema”. Después de humillaciones y desplantes, se embarca el interesado en el anhelado vuelo y descubre que la mitad de la aeronave está vacía.

Este país es especial, cuando los precios del arroz y de la carne en pié se reducen al productor, los suben al consumidor, que todo lo soporta.

Las utilidades de la “iguana” seguirán en alza con perjuicios para sufridos consumidores. Pero el incremento no llega a accionistas que han reducido su valor de adquisición, en un escandaloso desplome del valor de inversión.