Hoy, tras la contundente victoria de Iván Duque y su llamado a la unión para construir el futuro, me atrevo a parafrasear al gran filósofo español. No se imaginan ustedes el brinco magnífico que dará este país si acepta la invitación del presidente Duque, de pasar la página de la polarización, de enterrar el clima de intolerancia, estigmatización y agresividad en lo político, para rescatar por ese camino la enorme potencia espiritual de los colombianos y, de una vez, ponerle el pecho a las cosas que nos importan. ¡Ocupémonos de las cosas! De la reinstauración de la legalidad, del imperio de la Ley, a partir de una justicia debida, digna y soberana, con todo lo que de ella se desprende: la seguridad como bien fundante y derecho inalienable; la transparencia en los quehaceres público y ciudadano, para expulsar la corrupción que carcome a nuestra sociedad; y la erradicación de la plaga del narcotráfico, langosta que todo lo devora, que ensangrienta, que contamina y que, como en el relato bíblico, también mata a nuestros niños. ¡Ocupémonos de las cosas! –y sigo parafraseando al filósofo–, para destrabar nuestras potencias espirituales y canalizar la curiosidad, la perspicacia y la claridad mental que también nos caracterizan, hacia el emprendimiento en los sectores tradicionales, en nuestro promisorio sector rural y en los variados servicios que hoy dominan la economía mundial alrededor del arte, la cultura, el turismo, el entretenimiento, la innovación y la tecnología. Ocupémonos de llegar, por fin, a un acuerdo sobre una tributación simplificada y eficaz, que consulte las necesidades fiscales, ataque la evasión y no castigue el emprendimiento, sino que lo promueva. ¡Ocupémonos de las cosas! Colombia debe bajarse, de una vez por todas, del podio infamante de la inequidad mundial. Hay que lograr consensos para abocar el tema pensional, no solo desde la esquina de las finanzas públicas, sino de la equidad para todos los ancianos. Hay que salir del atolladero de la salud para garantizarla como condición primaria de vida y equidad. Y hay que aterrizar el consenso sobre la prioridad de una educación integral, formativa e igual para todos. Mientras haya diferencias abismales entre la educación de unos y otros, las habrá en el acceso a las oportunidades, y mientras las oportunidades sean el coto de caza de unos pocos privilegiados, la equidad seguirá siendo una promesa. ¡Hay prisa, hay prisa! Así inicia la arenga del filósofo. Si Santos nos dividió entre amigos y enemigos de la paz, pues apurémonos a trabajar todos por una paz acordada por todos. Si Petro insiste en su mensaje intimidante, en preferir “la resistencia” a la oposición ciudadana, en echarle gasolina a la polarización, poniéndole plazos al presidente electo para desconocer y traicionar a Álvaro Uribe y al Centro Democrático, pues confiemos en su juventud, en su independencia y su promesa de gobernar para los 50 millones de colombianos, y apurémonos a acompañar su lenguaje generoso de apertura, de tender puentes y abrir caminos, de no destruir, de ocuparnos de las cosas para construir un futuro que es de todos. @jflaraurie
¡Colombianos, a las cosas!
Por José Félix Lafaurie Rivera - 22 de Junio 2018
“No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más…”. Así “regañaba” Ortega y Gasset a los argentinos en 1939, al tiempo que les espetaba: “¡A las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos”, para no vivir a la defensiva y reactivar sus potencias espirituales secuestradas por el personalismo.