La Habana no solo controla en secreto el tratamiento del cáncer que está liquidando a Hugo Chávez sino que está dictando, además, los detalles de lo que debe ser, según ella, el desenlace político general de la situación tras la muerte del líder de la revolución bolivariana.
Que ni Nicolás Maduro, ni Diosdado Cabello, ni Cilia Flores se hagan ilusiones. Ninguna de las patéticas figuras del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), ni del Tribunal Supremo de Justicia, podrán hacer nada de manera autónoma en esa transición pues los cubanos les han arrebatado hasta ese derecho.
En excelente artículo, el periodista Bertrand de la Grange dijo esto: “Tenemos aquí el caso bastante excepcional de un Estado poderoso dominado por una isla insignificante en términos geoestratégicos. Por afinidades ideológicas y personales —el encandilamiento de Chávez por el Gran Hermano Fidel—, el mayor exportador de petróleo de América Latina ha puesto su riqueza a disposición del régimen cubano. […] Todo esto, que ha sido vital para Cuba en los últimos doce años, está ahora en riesgo de perderse si Chávez fallece antes de tomar posesión de su nuevo mandato. Y los hermanos Castro no se lo pueden permitir, sobre todo cuando la isla está pasando por momentos económicos difíciles.”
Cuba está, pues, maniobrando con éxito a Venezuela en este momento tan crucial para las dos naciones. También lo está haciendo respecto de Colombia. Sin hablar, claro está, de lo que ha hecho de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina. Pero ese es otro tema. En todo caso, las ínfulas imperialistas de Cuba, su deseo de doblegar a las naciones latinoamericanas, para parasitarlas y ponerlas a su servicio, están al descubierto, hoy más que nunca.
Así como la transición obligada del régimen chavista está siendo manipulada por La Habana, la otra transición, menos visible, en Colombia, de un régimen democrático a un régimen colectivista, también está viento en popa. Desde luego, el trabajo de los cubanos sobre Colombia lleva más de 40 años. Ellos creen estar al final de esos esfuerzos y que todo les saldrá bien. Pues ahora cuentan con la colaboración de una parte de la élite gobernante.
La violencia que ha sufrido Colombia en todos estos años, por el accionar criminal permanente de más de cuatro guerrillas comunistas, se la debemos en gran parte a la ex URSS y a La Habana. La influencia nefasta de esa isla ahora en ruinas se proyecta sobre Colombia de manera doble: mediante el continuado control de las Farc y del Eln y mediante una palanca nueva pero más siniestra: los llamados “diálogos de paz” en La Habana.
Esos diálogos no transcurren entre dos partes colombianas (si podemos ver a las Farc como colombianos). Transcurren, por el contrario, bajo control y la interferencia de la inteligencia cubana. No hay paso que se dé allí que no esté bajo el ojo caprichoso de los hermanos Castro. La prueba más reciente de eso es que el texto final del llamado “foro agrario” de Bogotá, el cual debía ser dado al público la semana pasada, tuvo que ser aplazado pues en La Habana están revisando cada coma de ese documento.
La inteligencia cubana registra cada episodio de esos diálogos y monitorea hasta los “foros” paralelos que la izquierda vendepatria está impulsando en Colombia. Alguien me decía en estos días: “Todo lo que hace la delegación oficial colombiana (y la de las Farc) es grabado y filmado clandestinamente, tanto durante las reuniones supuestamente privadas entre las dos delegaciones, como en las habitaciones de cada miembro de las delegaciones, hasta en el baño. Con esa información, los cubanos ayudan a las Farc y desorientan al Gobierno colombiano cuando les conviene”.
Cuba se está jugando, pues, en esos dos teatros su supervivencia y lo está haciendo con audacia y gran habilidad pues eso no aparece, por el momento, como una evidencia ante la opinión colombiana. Los venezolanos, parece, tienen los ojos más abiertos ante esa maniobra.
Lo más escandaloso de la conducta del presidente Santos no fue que aceptara darle un respiro a las Farc y abrir una negociación con ellas cuando estaban más débiles, sino que aceptara que esa “negociación” se desarrollara en Cuba, es decir ante los ojos y orejas de los servicios secretos de la isla. Santos fue convencido por alguien de que ese lugar era la mejor garantía de que no hubiera filtraciones. Así, los cubanos le metieron un tremendo gol a Santos y a Colombia. Cualquier otra opción era preferible en lugar de ver metidos a los representantes de Colombia en semejante ratonera.
Por esa razón los diálogos de La Habana están viciados hasta el tuétano. La legitimidad de esos diálogos comienza a ser puesta en duda y esa tendencia se irá fortaleciendo a medida que los diálogos avancen. Lo ocurrido durante el “foro agrario” mostró cómo un avance puede ser un retroceso. Ese tinglado fue, en realidad, un tribunal revolucionario en el que un gremio y una personalidad industrial, José Félix Lafaurie, fueron linchados mediáticamente como nunca antes se había visto en Colombia por no haberse prestado a esa farsa.
Los próximos “foros” serán la misma cosa: tribunales para sacrificar a los disidentes, para dictarles la línea a los gremios económicos y para ambientar las innovaciones liberticidas que las Farc y La Habana le están preparando al país.
Esta vez Iván Márquez dijo que Lafaurie, el presidente de Fedegán --uno de los gremios más atacados por las Farc y sus satélites (3.000 víctimas de asesinato y secuestro, sin hablar de los despojos de tierras y las extorsiones)-- es un “aliado de los paramilitares que no se cansó de disparar contra el foro". ¿Y cómo defendió el gobierno de Santos a Fedegán y a su presidente de semejante amenaza? Con un agravio similar a través de Juan Camilo Restrepo, ministro de agricultura, quien volvió a blandir el garrote difamatorio del supuesto “paramilitarismo” y llegó hasta a criticar a Fedegán por haber condecorado al general Navas. Y a través del propio presidente Santos quien calificó de “irracional” la posición de Fedegán por negarse a participar en el “foro agrario”.
Así va la negociación en La Habana, un escenario que únicamente los cubanos controlan. Pese a ello ese “diálogo” pretende rediseñar el país, de arriba abajo. Pues no hay tema vedado, como se creyó al principio, ni tiempo límite para esos encuentros. Gracias a esos diálogos, Colombia ha sido convertida en un inmenso bazar donde todo pude ser negociado. Y no negociado entre poderes representativos, elegidos por el pueblo, sino entre dos grupitos técnicos que obran tras bambalinas, bajo la presión de los cubanos, y que consideran muy normal ocultarle al pueblo lo que están haciendo.
Eso lo que los cubanos quieren que se haga. Es lo que ellos esperan hacer de Colombia. El diseño-país que salga de esos “diálogos” no será sino el modelo que Cuba quiere imponerle a Colombia. Por eso ningún colombiano estará obligado a respetar ni a acatar lo que salga de ese sainete. A lo mejor los venezolanos no se dejan robar la transición por La Habana. ¿Seremos los colombianos capaces de sacudirnos esa misma mano de gorila totalitario que ahora tenemos encima?