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columna

Colombia, país cocalero

por: Fernando Londoño- 31 de Diciembre 1969

Nadie ha puesto en duda que somos el mayor productor y proveedor de cocaína en el mundo. Lo que no está dicho es que ganamos ese campeonato sin un segundo a la vista. Somos igual a cocaína. Es lo que en el concierto universal nos distingue y califica.

Nadie ha puesto en duda que somos el mayor productor y proveedor de cocaína en el mundo. Lo que no está dicho es que ganamos ese campeonato sin un segundo a la vista. Somos igual a cocaína. Es lo que en el concierto universal nos distingue y califica.   Nadie discute que de 42 mill hectáreas sembradas con la hoja, que dejó sin resolver el presidente Uribe, hoy llegamos a más de las 180 mil de Santos. Lo que no está dicho es que pasamos de vuelo esa cifra y andamos por las 250 mil hectáreas de lo que llamaría nuestro poeta el “tósigo maldito”.

Nadie ignora que esa siembra produce por lo menos 750 toneladas de clorhidrato de cocaína. Lo que no está dicho es que en verdad sobrepasamos las 1.000 toneladas del maravilloso producto.   Nadie desconoce que semejante oferta exportable, la única que tenemos, genera una cantidad total de ganancias criminales que no caben en las cuentas de un computador. Si 750 toneladas son 750 mil kilos, es decir, 750 millones de gramos y cada gramo se cotiza a USD100, el valor final hace de la cocaína gente tan rica como los jeques árabes. O más.   Nadie se sorprende con que semejante negocio genere en Colombia los más ricos del país. Una publicación tan seria como The Economist no ha vacilado en señalar a las Farc, el principal cartel de la droga del mundo, como dueñas de una fortuna acumulada de USD10mil millones. Lo que no está dicho es que el cálculo es conservador y que frente a esa cantidad los llamados “cacaos” colombianos son unos pobres diablos.   Nadie vacila en que ese negocio internacional va prendido de una realidad doméstica dramática y decisiva en el tejido social y humano del país. Lo que no está dicho, suficientemente, es que los sembradores, raspachines, preparadores de la pasta y fabricantes del clorhidrato, reciben al final de la faena no menos de $5 millones por kilo vendido. Multiplicado el valor unitario por la producción estimada, nos encontramos con que internamente, para la mano de obra, el negocio vale $3billones 750 mil millones, más, mucho más de lo que pueden obtener los dueños de cualquier negocio legítimo en Colombia. El café produce como resultado de su venta total interna, $3 billones 600 mil millones. Para repartirlo entre 300 mil propietarios, 600 mil familias dedicadas al cultivo, del que viven más de 600 municipios del país.   Nadie escapa a la noticia de que hemos pasado de país exportador a país consumidor, en grande escala, de la cocaína y sus mezclas y derivados. Los 1.200 alcaldes de Colombia denuncian que el peor, más angustioso y demoledor de sus problemas es el de las ollas, como se llaman los lugares de distribución al menudeo de esas porquerías.   Somos el país de la cocaína. Por eso resulta tan obvio que la llamada paz la estemos negociando con los promotores y beneficiarios a grande escala de ese tráfico maldito, los bandidos de las Farc. Que se disfrazan de políticos comunistas para ocultar el secreto de su origen criminal y para justificar su designio, el de convertirse en amos y señores de todas las instituciones, de todos los poderes, de todas las voluntades.   Como si faltara alguna prueba de lo que somos y seremos, la mafia acaba de llegar a la Vicepresidencia de la República con el General Oscar 'coca' Naranjo. Que conste que el remoquete no es nuestro. Es así como lo llaman, sabiendo bien por qué, sus socios, impulsores y cómplices de las Farc. Los que lo llevaron a la Vicepresidencia, para ser exactos.