En mis 92 años de existencia, no recuerdo un momento de tanta confusión ideológica y de tanta corrupción. Colombia está a punto de dejar de ser una democracia para convertirse en una dictadura dirigida por el partido comunista a través de las Farc, manejadas desde la Habana por Fidel Castro. Desde el punto de vista institucional, Colombia vive una tragedia semejante a la que padeció Venezuela con los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro. De acuerdo con lo expresado por la Constitución vigente, esta solo puede ser reformada mediante un referendo popular de acuerdo con la reglamentación contenida en la misma Constitución o por 8 debates en el Congreso de la República en los cuales se analiza cuidadosamente, en 2 legislaturas, los artículos de la reforma propuesta y mediante estos mismos mecanismos se puede modificar repetidamente. Pues bien, el Congreso de Colombia acaba de elevar unos pactos a Acuerdos Especiales en solo 2 debates sin que se conociera el texto que se debía analizar, pues este todavía no existe. Y esta reforma, de acuerdo con sus disposiciones, será inmodificable en el futuro. Y ella no la propuso el pueblo, ni el Congreso de la Republica, la reforma se está elaborando en la Habana por el grupo terrorista más temible de América que ha cometido todos los delitos contenidos en el código penal y por unas personas nombradas a dedo por el presidente Santos. Y como si todo esto fuera poco, el presidente Santos asume la vocería de las Farc para decirle a los colombianos que si no aceptan las disposiciones de esta reforma, las ciudades de Colombia padecerán una guerra peor a la que el país ha padecido durante 60 años. Colombia tiene la palabra, esta hecatombe no puede continuar.