Los ciclos económicos son un dolor de cabeza de la economía. Es la clara evidencia de que la ciencia no ha podido descifrar buena parte de los misterios del comportamiento de productores y consumidores.
Las crisis se siguen repitiendo con una cierta periodicidad y los economistas intentan anticipar su manifestación. Se buscan constantes que indiquen las fuerzas que llevan a cambios de tendencias en el mediano y largo plazo.
La teoría económica se refiere, por lo general, a cinco tipos de ciclos, clasificados según su duración estimada. Los de Kitchin se producirían cada tres a cinco años, el de Armstrong cada ocho, los de Juglar, cada siete a diez y los de Kuznets con una periodicidad de quince a veinticinco años. Está el ciclo de largo plazo llamados de Kondratiev, de 45 a 60 años. Los de corto plazo están relacionados con ajustes de oferta y demanda en los mercados de bienes y servicios relevantes.
Armstrong considera que cada ocho años, los mercados financieros rompen su tendencia pasando de expansión (bull) a recesión (bear). Los de Juglar estarían relacionados con cambios en las costumbres comerciales mientras los de Kuznets se explicarían por la evolución de los ingresos disponibles. El de Kondratiev tendría relación con relevos en los sectores líderes de la economía como el ferrocarril, el automóvil o el transistor.
Los críticos de la teoría de ciclos consideran que las series estadísticas permiten, a posteriori, identificar cualquier tipo de ciclo y que este tipo de análisis no es de utilidad predictiva ni científica. De alguna forma, vemos lo que queremos ver y por ello los ciclos en realidad no existen con la regularidad que algunos piensan detectar. Pero, a pesar de las limitaciones que todavía tenemos para entender el comportamiento de los mercados en el mediano y largo plazo, el comportamiento cíclico sigue siendo una de las realidades de economía.
Hoy preferimos concentrar la atención en las políticas económicas que consideramos tienen influencia sobre las variables de corto plazo que son mucho más importantes para los agentes económicos.
La pandemia actual escapa a estos modelos teóricos. La combinación del problema sanitario con la semi-parálisis productiva derivada de la cuarentena no entra dentro de los ciclos tradicionales. La velocidad con la que la economía mundial se enfrió no tiene precedente ni siquiera en la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.
En el escenario actual, en apenas dos meses, pasamos de un año que pintaba optimista a uno de los más pesimistas. La destrucción de empleo y crecimiento ha sido vertiginosa. Existe todavía la posibilidad de un repunte rápido (escenario V) de la situación sobretodo si el virus pierde letalidad o si se desarrolla una vacuna. Pero también podría ser el inicio de una fase de crecimiento lento (escenario L).
Estamos en la primacía absoluta del corto plazo. Los gobiernos solo tratan de moderar los impactos de la caída de la actividad. No es el tiempo para preguntarse si la crisis actual es el inicio o el fin de un ciclo particular. Es solo el tiempo de aguantar.
Miguel Gómez Martínez
Presidente de Fasecolda
migomahu@hotmail.com
Portafolio, Junio 09 de 2020