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Au revoir, Paris. Welcome, L.A.

Por Luis León - 11 de Agosto 2024


Las llamas se apagan, igual que la vida que parece una pasión inútil, que se enciende y se apaga y, en medio, no quedan más que olvidos.

¿Y qué queda en medio de esa llama fatua, de esa ilusión esperanzadora del espíritu olímpico, del golpe al que le sigue un abrazo, del respeto a una bandera que ha sido vencida, del sueño de una paz perpetua, del enemigo al que se ayuda a levantarse, de ganar con nobleza y perder para no dejar de soñar con el triunfo?

No queda nada, porque la moral no es más que un falso artificio de emociones contradictorias que terminan reduciendo todas las buenas ilusiones a cenizas.

Durante algo más de quince días creíamos ser ese mamífero lleno de nobles emociones, ese chimpancé llenó de sueños alcanzables que se hizo a imagen de los dioses.

Una maravillosa puesta en escena de inauguración y cierre, desbordante de luces, sonido y simbologías nos arrebató a ese teatro del mundo en el que perseveramos con la magia del engaño y la testaruda ingenuidad del que quiere ser engañado.

¿Qué quedará mañana de nuestros héroes y sus medallas, de su silencioso sacrificio de años, si no es más que la foto con un presidente o un ministro en la portada de un periódico de sus países?

Desde Kant (quizás, desde Platón) nos mentimos con la arrogante lucha entre el bien y el mal. Nos fascinamos con el deber porque no queremos admitir que lo que mueve el mundo es el querer. Y entre la paloma y la serpiente, siempre vence la serpiente.

Mañana seguirán sonando los cañones en Ucrania, en Gaza o en África. Nuestro presidente nos volverá a mentir, nuestro mejor amigo nos engañará, la salud de un hijo empeorará y nuestro genio se descompondrá en otro atasco del tráfico.

Pero durante quince días fuimos felices en París. Durante dos cortas semanas creímos que el amor es capaz de vencerlo todo (“Amor vincit omnia”)

¿Podríamos vivir sin ese maravilloso engaño? - ¿Podríamos vivir, sería posible la vida sin la ayuda del engaño, de la ilusión, del sueño, del sublime arte de la estafa?

Tan oscuras palabras, tan descorazonadoras afirmaciones, tan desconsoladoras preguntas, no pueden más que provocar un enorme desaliento o suscitar una justificada antipatía.

Pero debo confesarme como un decidido creyente en la fuerza de la vida. En la profunda belleza que puede haber en la fealdad, en la inagotable capacidad del dolor, en el enorme vigor que puede surgir de la debilidad, en la esperanza que surge de la más demoledora desesperanza, de la oscuridad que da paso a la luz. En definitiva, de ese invencible salto al vacío que significa el amor, donde perder o ganar se convierten en la misma cosa.

Por eso fui tan feliz estos quince días olímpicos. Porque un hombre es sus sueños y sus contradicciones, y aunque volvamos a estremecernos con la persistente amenaza de la tragedia, después de un dulce sueño no queda otro salvavidas y otra boya que seguir creyendo en el amor a la vida y a lo posible (…ese triple mortal con medalla de oro)

Céline Dion: “L’Hymne a l’Amour” (Tema de los Juegos Olímpicos de París, 2024)

Luis León

(desde el corazón de París)