Si el clima era normal, para dicha temporada del año, permitiría una recuperación de pastos y praderas haciendo que el precio del litro de leche pagado al ganadero perdiera presión al alza, situación por la que se caracterizó en 2019 ante un verano prolongado.
Esto no ocurrió, el trimestre octubre, noviembre, diciembre, contrariamente registró una temporada seca, y aunque se presentaron lluvias, estas no fueron suficientes para la recuperación de los suelos.
Efectivamente la ausencia de agua influyó en los precios que se le pagan al productor. Así queda demostrado en los registros que lleva la Unidad de Seguimiento de Precios de la Leche -USP- del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. Mientras que en diciembre de 2018 el precio pagado al ganadero fue de $1.076 por litro, en octubre pasado ya superaba los $1.187. Esto es un incremento superior al 10% en diez meses de 2019.
Por supuesto es un mejoramiento para el ingreso del ganadero, pero también se debe tener en cuenta que el acopio de leche disminuyó por cuenta de la citada escasez de leche. La misma USP en igual periodo registra una caída de 8,8% en las compras de la industria al sector primario. Unas por otras.
El inicio de 2020 parece estar enmarcada en las mismas condiciones de verano, más si se tiene en cuenta que el año nuevo ha sido referenciado por diferentes agencias climáticas, como el más caluroso en la historia desde que existen registros de temperatura.
Esto significa entonces más escasez de leche y una tendencia al alza del precio pagado al productor, al menos en la primera parte del año. Sin embargo, 2020 también iniciará en unas horas con la posibilidad de importación de más de 18 mil toneladas de leche en polvo fuera de arancel desde EEUU y UE.
Así las cosas, los cupos de importación seguramente se agotarán en menos de dos meses, manteniendo la tendencia altamente importadora que nos caracteriza desde 2010. Solo es de recordar que 2019 cerrará como el año, históricamente, de mayores entradas de leche y derivados lácteos desde el exterior con cerca de 60 mil toneladas.
Lo que bien debe tener en cuenta el productor es que existe una gran sensibilidad en los precios por cuenta del verano, pero que dicha sensibilidad será inversa en el momento que se tengan excesos de lluvias.
No debe relajarse el sector, pues el clima es cambiante y la advertencia de las importaciones es cada vez mayor. En 2024 cuando estemos ad-portas del libre comercio de leche y productos lácteos desde EEUU y UE, no solo deberemos pensar en el clima nacional sino en el clima mundial. No caigamos en una falsa ilusión, es necesario trabajar las variables competitivas para ganar con o sin lluvia. Feliz 2020.