Quien inventó las armas no es el malo, el malo es el asesino que las usa para dañar a otros
El fenómeno paramilitar en Colombia lejos de pretender justificarlo, debemos tratar de entenderlo como fenómeno sociológico.
Estaba Colombia sumergida en décadas de violencia rural, bajo la sombra perversa de una guerrilla que tuvo en el discurso unos “ideales” de igualdad social y que se los creyeron a Tirofijo, Bateman, Pizarro, al cura Pérez y a su banda de asesinos. En ese grupo también está Petro y su grupo terrorista del M19
Farc y M-19 pregonaban igualdad y la pretendían sembrar con violencia donde siempre, siempre, impajaritablemente eran los más pobres y los más desamparados los que llevaban la peor parte.
Con el discurso veintejuliero de “tierra para los campesinos”, desplazaron a miles de campesinos ganaderos que simplemente no eran de sus “filas” y ¡por eso, según ellos, es digno de llamarse ganadero campesino!
No era a los abogados apostados en los cafés tradicionales del centro de Bogotá, ni a los médicos que vivían en el Chicó y que valiosamente trabajaban en el Seguro Social de la 30 con 26, ni a los altos ejecutivos de Coltejer o del antes llamado Sindicato Antioqueño, ni a los ingenieros laboriosos que terminaban sus días el Club Colombia de la bella Cali a quienes la guerrilla generalmente secuestraba, extorsionaba, asesinaba o desplazaba. ¡No! Era a los ganaderos campesinos que en la zona rural producían, como aún lo hacemos hoy en día, la comida para llevar a la mesa de nuestros compatriotas.
Y es la consecuencia lógica que sea de allí de donde surge mayoritariamente la legítima necesidad de defenderse.
El Estado colombiano —que no se precia de ser el más eficiente en prodigar bienestar a los más necesitados, ni por ser diligente en hacer presencia institucional en el campo y los rincones de la patria— en un intento por favorecer esa necesidad de seguridad, crea las Convivir que hoy los eruditos de redes sociales y los letrados progresistas le “endilgan” a Álvaro Uribe Vélez pero que vienen desde antes de su mandato cuando el ungido por un niño, César Gaviria, las crea en el 94, para que luego el presidente del elefante y el 8000, que hoy alardea de pazólogo petrista, las reglamenta.
Como lo dijo Carlos Castaño, el paramilitar~~,~~ “para ganarle al enemigo en una guerra se debe ser más malo que él”. Y las legales convivir desbordaron en el fenómeno ilegal y fatal del paramilitarismo con las AUC, que se armaron hasta los dientes para combatir una guerrilla igualmente sanguinaria.
Con las primeras de cambio, ya los paramilitares con poder ilegítimo dado por las armas y la maldad en sus corazones, desplazan igual, torturan igual, secuestran igual, matan igual que como lo hace la guerrilla que pretendían acabar.
Ambos ahora, en ese espiral de violencia, se convierten en una tragedia nacional donde los ganaderos estaban en un sándwich sin salida por afinidad ideológica o generalmente obligados bajo el fusil. Los ganaderos y campesinos o se desplazaban o debían “apoyar” a uno o ambos grupos ilegales y eso no nos hace colaboradores de la guerrilla ni paramilitares, nos hace víctimas, así hoy sea parte de un discurso populista y miserable, el decirnos paracos.
Cientos de ganaderos murieron a manos de guerrilla, cientos fueron secuestrados y extorsionados y a muchos más les quemaron y robaron sus fincas, donde nuevamente les recuerdo que se producía la comida para la mesa de los colombianos.
Hoy vemos cómo en esa estrategia mediática y politiquera se ataca y acusa a ganaderos insignia, a dirigentes sectoriales y se generaliza entre la actividad ganadera una imagen falsa de grandes terratenientes proclives a la violencia. ¡No es así! Respeten populistas. Somos parte de los millones de colombianos que hacemos grande este país que ustedes quieren destruir.
El discurso socialista contra la ganadería y los ganaderos, que ha destruido a Venezuela, Cuba, Argentina y Nicaragua y que ya dio su fatal inicio en Chile, hoy pretende llegar al poder en Colombia para acabar con nuestro hermoso y sufrido país.
Claro que hay ganaderos paramilitares, claro que hay ganaderos guerrilleros, como hay médicos malos, abogados tramposos, ingenieros que no construyen sino que destruyen! Pero son la infinita minoría y el gremio ganadero es un gremio bueno, noble, trabajador y orgulloso de su papel protagónico en la economía y el desarrollo social de este gran país.
Como reza bellamente el himno de nuestra Federación Colombiana de Ganaderos: somos un “gremio ganador, somos la fuerza y el impulso que engrandece la nación”.
COLOMBIANOS SÍ SEÑOR, ¡GANADEROS A MUCHO HONOR!