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Álvaro Gómez y la economía

Por Miguel Gómez Martínez - 17 de Mayo 2019

Gómez Hurtado era un obsesionado por los temas económicos. Creía que el papel prioritario del Estado en la economía era la erradicación de la pobreza.

Con un sentido y emocionante evento en la Casa de Nariño, el presidente Iván Duque conmemoró los cien años del natalicio de Álvaro Gómez Hurtado. Resulta significativo que sea un presidente liberal, que gobierna con un espíritu liberal, el que haya realizado el mayor reconocimiento a la vida y obra de quien es considerado la figura más relevante del conservatismo en la segunda mitad del siglo XX. Contrasta la generosa evocación del Jefe del Estado con la lánguida ceremonia organizada por el Partido Conservador para quien fuera, durante décadas, uno de sus jefes naturales.

Cada día aparece una nueva dimensión de este hombre de una cultura universal. Gómez era uno de los personajes más cultos de la historia colombiana. Humanista integral, tenía conocimientos profundos de los temas más diversos. Son incontables las anécdotas de sus contertulios que confirman el carácter del personaje como un ser de gran profundidad analítica.

Gómez Hurtado era un obsesionado por los temas económicos. Creía que el papel prioritario del Estado en la economía era la erradicación de la pobreza. A principios de los años 70 del siglo pasado, en su primera campaña presidencial, hizo del tema del desarrollo su eje central. Insistía sobre la necesidad de lograr tasas aceleradas de crecimiento para que los más desfavorecidos pudiesen superar su condición. Su opositor, López Michelsen, ofrecía una política de precios y salarios apoyada en un intervencionismo estatal y mayores impuestos. Los resultados del modelo lopista de gobierno se tradujeron en mayor inflación y en un fortalecimiento del peso que desembocó en una crisis fiscal unos años más tarde.

Álvaro Gómez quería que nuestro campo dejase de ser sinónimo de atraso. Insistía en que debíamos superar la concepción de una agricultura de abastecimiento para lanzarnos en una con vocación exportadores. En su segunda campaña a la presidencia, en 1986, hizo del tema del agua su propuesta central para el cambio. Derrotado por Barco, el gobierno liberal inició en este mandato la apertura de la economía para lo cual era evidente que el sector agropecuario colombiano no estaba preparado. Gaviria profundizó el modelo con el proceso de internacionalización que dejó al campo postrado y sin recuperación hasta el día de hoy.

Quiso Gómez Hurtado una reforma impositiva que permitiese la inversión productiva. Gran enemigo de la renta presuntiva, que consideraba confiscatoria, hizo suyas las tesis que proponían menores impuestos para estimular la productividad. Desconfió toda su vida de quienes defendían los monopolios públicos y los esquemas proteccionistas. Le obsesionaba el tema de la calidad del gasto público, pues el desperdicio de recursos era inaceptable en un entorno de pobreza como el nuestro.

Álvaro Gómez fue un abanderado de la planeación democrática porque no soportaba el chamboneo y la improvisación. Pensaba que el Estado debía liderar proyectos ambiciosos que facilitaran la creación de economías de escala y nos permitieran aprovechar nuestra envidiable posición geográfica. Una y otra vez insistió en que la mayor injusticia era la de considerar que el objetivo de la erradicación de la pobreza podía ser relegado a un segundo plano. “La pobreza circundante es un reproche. No nos debería dejar dormir”, afirmaba.

Asesinado por su oposición al narcorrégimen de Samper, su vida terminó, pero sus ideas son hoy más válidas que nunca.

Miguel Gómez Martínez

Asesor económico y empresarial

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Publicado en: Portafolio, mayo 14 de 2019