El agua es un recurso esencial para todos los seres vivos que habitamos el planeta. Constituye el 75 % del cuerpo humano al nacer y el 60 % en la edad adulta. Colombia es un país rico en recurso hídrico, pero con el tiempo ha disminuido esa riqueza; quienes tuvimos la fortuna de conocer nuestro entorno rural hace más de 50 años y disfrutamos la abundancia de agua y la cantidad de bosques que teníamos, podemos dar fe de lo que hemos perdido. Buena parte del problema surge porque siempre pensamos que en nuestro país el agua es inagotable. Ya tenemos evidencia de lo contrario; en varias zonas hay escasez permanente, a causa de la combinación entre la disminución de su disponibilidad y el incremento del consumo originado tanto en una mayor población, como en más requerimientos productivos. Para saber cómo proceder es necesario conocer el ciclo del agua, que comienza cuando las gotas de lluvia caen sobre la tierra, pudiendo retenerse en el suelo e infiltrarse, para alimentar los acuíferos subterráneos; el agua que no alcanza a retenerse en el suelo, se convierte en escorrentía y fluye hacia las fuentes superficiales (ríos, lagunas, humedales, etc…). Buena parte del líquido va a parar a los océanos y se cierra el ciclo cuando por evaporación o evapotranspiración, parte del agua superficial nuevamente llega a las nubes. Producto de la preocupación de la sociedad por conocer el volumen de agua utilizado en la producción de un bien o un servicio, surgió el concepto de huella hídrica. Para el sector ganadero, los promedios mundiales se estiman en 1.100 lts de agua por lt de leche y 21.000 lt por kg de carne. En la cifra anterior se incluye el agua consumida por los animales, que es la menor proporción; el mayor porcentaje está dado por el agua requerida para la producción de forrajes, concentrados y la utilizada en todas las labores de la finca. Esta huella tiene que motivarnos a gestionar adecuadamente el agua en nuestros predios, sobre todo en tiempos de Cambio Climático, cuando oscilamos entre Fenómenos de El Niño, que traen consigo fuertes veranos y de La Niña, que causan grandes inundaciones. Lo primero que tenemos que hacer es racionalizar el uso, además de conservar los bosques y aislar las rondas de los ríos y los nacimientos de agua. Se requiere descompactar los suelos, para que recuperen su permeabilidad; adicionalmente hay que tener una buena cobertura arbórea, que disminuya la evapotranspiración, evite que las gotas golpeen con fuerza el suelo y aumente el volumen de agua contenida en el suelo y la cobertura vegetal. Al mismo tiempo es fundamental cosechar agua para garantizar el adecuado abastecimiento de las personas y los animales durante todo el año. Como el problema también incluye la contaminación del recurso, es importante evitar el ingreso del ganado a los reservorios y que la boñiga y el exceso de fertilizantes contaminen las quebradas y lagunas. Como ganaderos y como ciudadanos, tenemos que adquirir conciencia respecto a que la conservación y uso racional de este recurso, no sólo es una necesidad, sino que constituye una obligación, para poder continuar produciendo carne y leche y, sobre todo, para sobrevivir como especie. Carlos Osorio M.V. carlos.osorio.neira@gmail.com