Los años 2023, 2024 y 2025 son los últimos tres años que, en el marco del Tratado de Libre Comercio con EE. UU., contemplan el uso de contingentes de leche en polvo, además de un arancel extra-cuota para lo importado adicional sobre dicho contingente.
Por supuesto, ya en los últimos años hemos visto el importante crecimiento de importaciones de leche en polvo desde EE. UU, situación que incluso obligó a que en 2021 se presentara una solicitud de salvaguardia, la cual no prosperó por razones políticas más que técnicas o de evidencia.
La realidad es que la entrada de leche desde EE. UU. continuará con gran dinamismo sin importar si la tasa de cambio es alta. Ya en 2022 hemos evidenciado gran entrada de leche y derivados lácteos con un dólar costoso, variable que cada vez tiene menor relevancia al conjugarse con un precio internacional a la baja.
Evidentemente en los próximos años seremos testigos de cómo el mercado se reordena y quedarán en él solo los más eficientes. Pero tal caso no solo será un evento del eslabón primario por cuenta de mayor entrada de materias primas como lactosuero o leche en polvo, sino que también afectará a la industria por cuenta de mayor competencia en bienes finales como quesos, yogures y mantequillas que vienen mostrando un incremento importador.
En ese sentido, la industria lechera también se expondrá a que solo queden los más eficientes o los que mejor se adapten, teniendo en cuenta que los importadores tendrán a la mano un negocio de comercialización sencillo y de bajo riesgo.
Además, la industria local deberá enfrentarse, aún más, a la venta de “leches de bajo costo”, esas que por mitad de precio se ven en empaques tetra pak, con una calidad de producto dudosa y un sabor desconocido, pero que al fin y al cabo se venden.
Hay diferentes estrategias a las que deberá sacársele provecho para no terminar “inundados” de leche y derivados lácteos extranjeros. Una de ellas tiene que ver con el posicionamiento de productos regionales a través de denominaciones de origen que puedan ser protegidas por la SIC – Superintendencia de Industria y Comercio.
Efectivamente, el país cuenta con denominaciones en derivados lácteos específicamente en el Queso Paipa y el Queso Caquetá, lo que permite que solo con las materas primas propias a la región geográfica y a los procesos autóctonos de la zona de referencia se puedan elaborar estos productos, lo que implica de manera obvia, la no utilización de leche importada.
En la medida que se puedan consolidar estos apelativos de origen se tienen herramientas para proteger productos domésticos e impulsar su elaboración. De hecho, “la multiplicidad de paladares” que tiene el país, así como la diversidad étnica, cultural y regional, dan la oportunidad para sacarles provecho a productos que van desde el Quesito Antioqueño; pasando por los Quesos Costeño, Biche, Campesino y Pera; hasta el Amasao, el Doble Crema, el Quesillo, el Salao, e incluso el Quesadillo, adicional a los que no tengo en mi cabeza en este momento.
Importante empezar a “sacarle la leche” a nuestra creatividad culinaria.
@ojcubillosp