Año difícil este 2021 que está terminando y, por ello, para no equivocarnos en 2022, vale la pena hacer un balance apretado de estos 365 días.
Heredamos de 2020 la pandemia y, entre abril y julio, soportamos el más agresivo de sus picos, con más de 700 muertos al día, más de 33.000 contagios y ocupación de UCI por encima del 90% en todo el país.
Heredamos también el Paro Nacional, que resurgió con fuerza el 28 de abril, agravando las desventuras de la pandemia y cuando la economía intentaba despegar. Sin duda, fue un ataque narcoterrorista camuflado en la protesta pacífica. En los guetos que surgieron en las ciudades, la “Primera Línea” vandalizó bienes públicos y privados durante meses –y lo sigue haciendo el 28 de cada mes en un macabro aniversario–, entrenada por bandas de microtráfico, financiada por el narcotráfico y protegida por alcaldes “progres”, por Petro y el narconovelista Bolívar, y por la izquierda unida para atacar al gobierno, mientras deslegitimaba mediáticamente al ESMAD y toda la Fuerza Pública.
Entretanto, miles de bloqueos surgieron en las carreteras, dizque espontáneos, pero como marcados en un mapa para causar el mayor daño posible. Hubo escasez de alimentos y combustibles, el comercio internacional se afectó y, prácticamente, la economía se detuvo, con pérdidas billonarias. Me pregunto si al Comité del Paro, títere del progresismo, no le pesan los muertos de sus protestas durante el tercer pico, ni el daño al país y, principalmente, a los más necesitados.
Pero Colombia siempre ha resistido a la amenaza comunista –si lo sabremos los ganaderos–, y con ese tesón que hoy llaman resiliencia, una vez levantados los bloqueos y disminuidas las restricciones, y gracias también a los auxilios temporales, costosos pero necesarios, se empezó a reactivar la demanda, a reabrir el comercio, a revivir el turismo y a moverse el aparato productivo.
La producción agropecuaria, sin embargo, nunca se detuvo y continuó llevando alimentos a la mesa de los colombianos. En 2020, la ganadería fue una de las cuatro actividades que logró crecer y, durante 2021, sin contar con cifras finales, la producción de leche creció 8,8% en el primer trimestre, 12% en el segundo y 4,2% en el tercero, contradiciendo la disminución del 15%, “inventada” por la industria para justificar importaciones masivas, que sumaban 47.862 toneladas a octubre, por 141 millones de dólares que no recibieron nuestros campesinos.
La producción de carne abastece el mercado nacional y, adicionalmente, a octubre se habían exportado más de 47.000 toneladas y 205.150 animales, por 327 millones de dólares, que nos aproximan a la meta de 500 millones en 2022, muy posible con la reciente aprobación, del “Sello Ambiental Colombiano categoría Ganadería Sostenible”, que garantiza carne producida con alto desempeño ambiental.
En 2022 avanzaremos, como lo hará toda la economía, y no es optimismo gratuito. El Banco Mundial proyecta el crecimiento para Colombia en 7,7%, y la OCDE en 9,5%, con un 5,5% para 2022, que nos ubica como la economía latinoamericana de mayor crecimiento el próximo año.
De ahí la enorme responsabilidad de no truncar tan positiva recuperación. En 2022 elegiremos nuevo Congreso y al sucesor de Iván Duque, y Petro, el neocomunista crecido con la victoria de Boric en Chile, amenaza con sus promesas populistas que esconden un asalto a nuestro derecho más preciado después de la vida misma: LA LIBERTAD.
Por ello, mi invitación es a votar en conciencia, pensando en la preservación de la democracia y el futuro del país. De todos depende que 2022 sea, realmente, el año de prosperidad que hoy les deseo.
@jflafaurie