Durante los festejos de Año Nuevo, Fernanda Beggo sorprendió a varios de sus amigos cuando aceptó que le sirvieran la carne que sacaban de la parrilla. Es que desde hace 7 años era vegetariana, y sabían que durante los asados le tocaban ensaladas o vegetales asados, pero nunca carne. Su cambio había empezado por un tema de salud, ya que la carne le caía pesada, y después de hacer un curso de comida vegetariana y consultar una especialista empezó a sentirse mejor. Incorporó lentejas, espinaca, jugos y frutas a su dieta, incluso durante su embarazo y el primer año de su hija, a la que tampoco le daba carne. Hasta que hace poco, cuando la invitaron a un cumpleaños del jardín de Ana, se replanteó todo. (Blog: Embutidos cocidos y ahumados de diámetro pequeño) "Acá no es fácil ser vegetariano, si te invitan a comer por lo general tenés que llevar tu comida o terminás comiendo pasta o arroz. Pero lo que me pasó fue que cuando iba al cumpleaños y dije que Ani –de 2 años y medio– no comía milanesas, ni patitas de pollo, ni salchichitas, ni empanaditas de carne, me di cuenta de que la estaba limitando mucho. Sigo creyendo que la carne aporta menos cosas buenas que malas, pero también es cierto que vivimos en esta sociedad y no está bueno perder de vista eso", agrega Beggo, que de a poco fue incorporando pescado y milanesas a su dieta y a la de su hija. Su caso ilustra lo que pasan muchos vegetarianos o veganos que un día deciden dar marcha atrás a la decisión de eliminar la carne, no sin algo de culpa en algunos casos. Hay estudios, incluso, que dan cuenta de que en países como Estados Unidos más del 80 % de los vegetarianos vuelven a sus dietas previas. Las razones son muchas, volver a ciertos sabores, el cuerpo lo pide, salirse de los "extremos", pero en muchos casos lo social pesa, y mucho, sobre todo en un país donde el asado es marca registrada. "El asado es lo más argentino que hay, y si tus amigos no están en la misma que vos es bastante incómodo y difícil. En mi caso no comí carne por 2 años, cuando me pasaron unos documentales que te hablaban del consumo masivo y los procesos de cómo nos llega la carne a la mesa; y si bien a veces me da algo de culpa volver a comer, tampoco soy una gran consumidora. Pero si voy a comer a lo de amigos ya no digo que no", cuenta Ximena Sánchez Blanco, otra "ex" vegetariana, que hace 7 meses volvió a comer, sobre todo pescado. Para Federico Lavista, lo ideal es no caer en los extremos y encontrar un punto medio. "Durante 3 años no comí carne, me llevaba mis tupper a los asados o pedía que me hicieran verduras. Entre el trabajo y el estudio por momentos me sentía algo débil, pero lo social era lo que más me pesaba. Ahora volví a comer, pero lo hago más consciente, en casa no cocino, y si salgo trato de elegir siempre buenas parrillas", dice sentado a la mesa de La Dorita, en Cañitas. (Blog: Presentan un estudio que muestra los beneficios del consumo de carne roja) Ser vegetarianos en muchos casos los "obligó" a ser más creativos en la cocina, y a informarse más sobre lo que se come. Aunque admiten, también, que es un estilo de vida más complicado y muchas veces caro. "Las dietéticas suelen ser caras y no siempre te explican mucho. Yo fui vegetariano 3 años, pero por mi trabajo tenía poco tiempo y terminaba comiendo mucho en la calle, pizzas, empanadas, engordé y me subió el colesterol", cuenta Adolfo Díaz. En ese contexto, Agustina Grillo, nutricionista y vegetariana, recomienda siempre consultar un profesional para saber qué alimentos incorporar y cómo combinarlos. "El cuerpo puede sostenerse sin carne, pero no hay que comer sólo ensaladas, se necesita proteína vegetal y carbohidratos, cumplir con lo que el cuerpo necesita", explica. Y opina que casi siempre los motivos del volver a la carne suelen tener que ver con procesos más bien emocionales que físicos. "Siempre puede haber un motivo para volver, es importante afianzarse y sincerarse en la elección, sin descuidar la salud", agrega. Lea el texto original en el siguiente enlace.