Por: Fernando Guzmán Aguilar – Gaceta UNAM.
Un tipo de ganadería sostenible, sobre todo para el trópico, aunque se pueden implementar en otras zonas ganaderas de México, son los sistemas silvopastoriles intensivos.
El Instituto de Ecología de la UNAM desarrollará de manera experimental este tipo de ganadería sostenible en diferentes ranchos ganaderos de los Tuxtlas, Veracruz.
Los sistemas silvopastoriles intensivos, en cuya implantación son pioneros Colombia, Brasil, Argentina y Paraguay en América Latina, permiten incrementar la producción lechera: de dos a ocho litros diarios por vaca, así como “hasta 12 veces” la de carne”.
Conservan la fertilidad
Tienen otras ventajas como lo corroboran los estudios experimentales que desarrollan la doctora Rocío Santos Gally y colaboradores del Laboratorio Interacción Planta-Animal del Instituto de Ecología.
Los sistemas silvopastoriles permiten conservar la fertilidad de la tierra, a diferencia de la ganadería convencional extensiva que provoca erosión y pérdida de nutrientes y microorganismos del suelo.
En la ganadería tradicional, aunque transitan por todas partes, las vacas se quedan más tiempo en algunos sitios y los compactan causando pérdida de fertilidad en los terrenos.
Para evitar esa compactación, en los sistemas silvopastoriles intensivos se divide el terreno de pastoreo con cercos eléctricos para que los animales pasen el menor tiempo posible en un solo potrero.
Más y mejor forraje
Otra ventaja que hace más rentable este sistema sostenible es la inclusión de especies de plantas con mayor valor proteínico y mayor biomasa que los pastos.
Del trópico húmedo, el grupo de ecólogos de la UNAM experimenta con la especie Tithonia diversifolia, cuyas hojas y tallos contienen hasta 28 % de proteína, mientras que “un pasto por muy bueno no rebasa el 10 %”, asegura Santos Gally.
La introducción de plantas que aumentan la biomasa comestible en los potreros hace más rentable a la ganadería sostenible que a la convencional, ya que alimentar vacas con pasto o heno que venden en pacas es más costoso.
En cambio, y por eso son intensivos estos sistemas silvopastoriles, se pueden sembrar más de 10 mil plantas por hectárea, lo que aumenta el forraje disponible y la calidad del alimento. Eso se traduce en un crecimiento mayor y más rápido de los animales, así como en una mayor producción de leche.
Germinación mejorada
El grupo de ecología de la UNAM es pionero en la germinación exitosa (arriba del 85 %) de Thitonia diversifolia (Botón de Oro), cuyo centro de origen es Chiapas, para aplicarse como forraje en los sistemas silvopastoriles de México.
Esta planta no ha sido aprovechada porque la germinación de semillas había sido muy baja y su reproducción vegetativa (cortar secciones de la planta y sembrarlos como tallos) “eleva mucho los costos”, ya que requiere mucho trabajo y condiciones especiales para que se reproduzca.
Dos hallazgos de Santos Gally y colaboradores hacen viable ahora el uso intensivo de Thitonia diversifolia en sistemas silvopastoriles. Mediante tratamientos pre-germinativos descubrieron que tiene latencia fisiológica (sus semillas germinan solo en condiciones óptimas) y que el mejor momento para que germine es en época de lluvia.
Thitonia diversifolia produce sus semillas a finales de invierno y su tiempo de espera es la llegada de lluvias para que ocurra una buena germinación. Si se siembran después de la latencia 100 semillas, germinan 90. Antes, sin atender a su ciclo, de 100 “germinaban cero, 10, 20 a lo mucho”.
Preservar la selva
Otra ventaja del sistema pastoral intensivo, que además de especies forrajeras incluye árboles dentro de los postreros, es que ayuda a detener la frontera agrícola-ganadera, cuyo crecimiento ha llevado a la pérdida de 90 % de las selvas en América.
En la ganadería extensiva convencional, el suelo pierde rápidamente su productividad pastoril por la compactación debida al apisonamiento animal. Eso lleva a la tala de otro pedazo de selva, cuyo suelo es muy nutritivo para el crecimiento de pasto.
La introducción en potreros de especies forrajeras como Thitonia diversifolia y Leucaena leucocephala, también originaria de México (sobre todo de Guerrero, Morelos, Colima, Oaxaca y Chiapas), no solo ayudarán a detener el avance de esa frontera agrícola-ganadera sino a preservar la selva, considera Santos Gally.
Además de forrajeras por su gran biomasa, estas especies aportan nutrientes al suelo. Una promueve la acumulación de fósforo y la otra, de nitrógeno, nutrientes muy importantes para las plantas y la formación de proteínas.
Islas de vegetación
La inclusión de árboles en los porteros es necesaria para el bienestar y salud animal. Porque al regular la temperatura, evitan el estrés calórico que les provoca estar “a pleno rayo del sol”. El calor hace que las vacas pierdan el apetito, afectado su tasa de crecimiento y la producción de leche.
Por eso otra innovación de este proyecto es la inclusión de “islas de vegetación”. En parcelas dentro del portero, se siembran árboles nativos (maderables, frutales y forrajeros), que funcionan como corredores biológicos (conectan los fragmentos de selva) y como puente para aves e insectos polinizadores.
Las islas de vegetación y plantas forrajeras propician también servicios ecosistémicos como la fijación de carbono y la retención de agua y nutrientes en el suelo para el buen crecimiento de pastos.
Además, el cambio de dieta modifica los procesos digestivos de las vacas, lo que reduce la cantidad de metano y óxido nitroso que emiten a la atmósfera y disminuye así su contribución al calentamiento global.
Más vacas en menos espacio
La implantación de sistemas silvopasoriles beneficiaría a México, en donde la ganadería tropical extensiva tiene rendimiento de “medio a bajo”. Tienes “una cabeza por hectárea”. Con estos sistemas puedes tener más vacas (cuatro) en menos espacio (una hectárea).
Como el país no tiene grandes planicies como Estados Unidos sino sitios que “no son zonas con vocación ganadera (tienen pendientes por arriba de 45 grados), éstas se pueden aprovechar con arboles para la fijación de nitrógeno.
En el Valle de México, que es una de las principales zonas productoras de leche del país, se podrían “intensificar terrenos” en Milpa Alta y Xochimilco, con especies que fijan nitrógeno para mejorar los suelos y sirvan como forraje animal.
En algunas zonas de país, como Nayarit, ya se han implantado sistemas de este tipo, aunque no tan intensivos. En Apatzingán, Michoacán, hay ranchos con producción silvopastoril intensiva con Leucaena leucocephala como especie forrajera.
Un rancho piloto
El sistema silvopastoril intensivo con Thitonia diversifolia como especie forrajera e islas de vegetación se implementará en 10 hectáreas del rancho “Los Amigos”. Se espera que este primer rancho piloto, sea un ejemplo que repliquen ganaderos innovadores de la región (“hay un grupo de 10 interesados”) y se contribuya así a detener la frontera ganadera y se preserve la selva en el trópico húmedo de México.
Para pasar a una ganadería sostenible en los trópicos (hay interés también en Campeche), Santos Gally y colaboradores están ajustando la metodología para que la trasferencia de esta tecnología y su implementación sea más sencilla.
En este proyecto trasdisciplinario, además del Laboratorio Interacción Planta-Animal y del Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad, ambos del Instituto de Ecología de la UNAM, participan otras instituciones como el Tecnológico de San Andrés Tuxtla y diversos actores del gobierno de Veracruz y asociaciones civiles.
Texto original en el siguiente enlace.
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